El estudio médico a la tumba de santa Teresa revela un cuerpo maltrecho
El cuerpo incorrupto de santa Teresa de Jesús se ha sometido a un estudio médico especializado. Sigue en el mismo estado que hace un siglo y desvela numerosas dolencias físicas que padeció antes de morir
«En la jornada de hoy se ha abierto el sepulcro de santa Teresa y hemos comprobado que está en las mismas condiciones que en la última apertura de 1914». Esta fue la primera impresión del postulador general de la Orden del Carmelo Descalzo, Marco Chiesa, tras abrir la semana pasada en Alba de Tormes el sepulcro de la santa, cuyo cuerpo sigue incorrupto desde su muerte en 1582.
La iniciativa entronca con otros estudios similares realizados a los restos de otros santos españoles, como el de san Juan de la Cruz en 1991 o el más reciente de san Isidro, hace apenas dos años. El objetivo en el caso de santa Teresa, como en los demás, es «valernos de las técnicas médicas más novedosas para conocer mejor algunos aspectos de su persona y de su vida», afirma Miguel Ángel González, prior de los conventos de carmelitas descalzos de Alba Tormes y de Salamanca.
Abrir los sepulcros de los grandes santos es una práctica que permite observar la evolución de sus restos, sobre todo en los casos en los que han dejado tras su muerte un cuerpo incorrupto. El de la santa andariega llevaba 110 años sin estudiarse, por lo que en los últimos meses la diócesis de Salamanca, la Orden del Carmelo Descalzo y el Dicasterio vaticano para las Causas de los Santos han colaborado en la creación de un equipo de médicos y científicos italianos que junto a varios carmelitas se acercaron al sepulcro de la santa «en un clima de alta intensidad espiritual», explica el padre González.
En procesión, y después de entonar un Te Deum solemne, procedieron a utilizar las diez llaves que permiten el acceso al cuerpo incorrupto de santa Teresa: las tres que se conservan en Alba de Tormes, las tres que ha facilitado el Duque de Alba y las tres que conserva en Roma el padre general de la orden, además de la llave que custodiaba el rey Alfonso XIII y que en su día cedió al prior de los carmelitas descalzos antes de comenzar su exilio en 1931. Tres de ellas sirven para abrir la reja exterior que alberga la tumba, tres abren el sepulcro de mármol y las otras cuatro destapan la urna de plata que conserva los restos.
Retrato y exposición pública
Un primer examen visual permitió comprobar que el cuerpo de santa Teresa de Jesús mantiene el mismo aspecto que tenía en 1914, según las fotos realizadas entonces. Después, el equipo médico radiografió el cuerpo con instrumentos de última generación, un estudio al que se sumaron también el brazo, el corazón y la mano de la santa, que se encuentran «en un estado excelente», según cuenta el prior. Por este motivo, estas reliquias volverán a sus relicarios originales —los dos primeros en Alba de Tormes y el tercero en Ronda— sin necesidad de otras medidas adicionales de conservación.
El caso del cuerpo es distinto, pues los resultados obtenidos serán estudiados en Italia en los próximos meses. De momento, el padre González adelanta que «quizá se recomiende que el cuerpo de la santa permanezca en una urna de cristal hermética», lo cual permitiría en un futuro próximo «disponer de un tiempo para la veneración de su cuerpo» como colofón de esta investigación. Asimismo, con todos los datos obtenidos se podrá realizar un nuevo retrato de santa Teresa más cercano a la fisonomía que tuvo en vida, algo que ya se hizo con san Juan de la Cruz tras el estudio de sus restos que se realizó hace ya tres décadas, y recientemente con san Isidro.
El equipo médico ha avanzado unas primeras conclusiones que desvelan que Teresa tenía una complexión física muy frágil. También se ha visto que, al menos durante los últimos años de su vida, caminaba muy encorvada como consecuencia de una cifosis, una curvatura exagerada hacia adelante de la espalda que la hacía respirar con dificultad. Se ha constatado que la santa padecía reuma y en su rodilla izquierda se han comprobado signos de artrosis. Finalmente, hacia el final de su vida padeció una fascitis plantar que debió de causarle mucho dolor al caminar. Como curiosidad, al parecer utilizaba con gran precisión ambas manos, de manera que se ha abierto la hipótesis de que pudiera ser ambidiestra.
Con todo ello, la Orden del Carmelo Descalzo busca dar a conocer mejor «a esta gran mujer que a nadie deja indiferente y que es patrimonio espiritual de la humanidad», concluye Miguel Ángel González.