El drama de los refugiados sirios: «Somos un país sin futuro» - Alfa y Omega

El drama de los refugiados sirios: «Somos un país sin futuro»

Dos millones de sirios han emigrado fuera de su tierra. La mayoría vive en campos de refugiados de Líbano y Jordania, donde la Iglesia se desvive por atenderlos. Otros, han llegado a Europa, pero «tampoco hemos podido encontrar la paz», como reconoció Carol, una refugiada siria, al Papa, en su visita al centro Astalli de Roma

Cristina Sánchez Aguilar
Niños refugiados sirios en el campo de Zaatar, en Mafraq (Jordania)
Niños refugiados sirios en el campo de Zaatar, en Mafraq (Jordania).

«Dejamos nuestro país porque amenazaron con matarnos y quemaron nuestra casa», cuenta una joven cristiana que recibe ayuda en el centro que Cáritas Jordania ha puesto a disposición de los refugiados. «Ha sido peor de lo que podíamos imaginar: matanzas, destrucción, bombas…, hemos visto mucho», añade un joven en un video editado por Caritas Internationalis para mostrar la situación de los sirios en el país jordano, uno de los refugios más seguros para ellos —junto con Líbano—. Según el cardenal Antonio María Veglió, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de Emigrantes e Itinerantes, en una entrevista a L’Osservatore Romano, de los dos millones de desplazados por el conflicto que hay fuera de las fronteras sirias, más de medio millón están en Jordania. «Debemos ser agradecidos con estos países, —Jordania, Líbano, Turquía, Irak…— porque, a pesar del enorme aumento de los refugiados —hace unos meses llegaban apenas unos cientos, y ahora reciben miles de personas cada día—, han dejado abiertas sus fronteras». El cardenal Veglió también pide a Europa ayuda mediante «asilo o reasentamiento a los refugiados del conflicto», y cita a Alemania, que ha admitido a 5.000 refugiados sirios, por motivos humanitarios.

Una refugiada siria, con el Papa

Carol es una de las pocas refugiadas que vive en Europa. Lleva un año en el centro Astalli de Roma, gestionado por el Servicio Jesuita al Refugiado, y que visitó el Papa Francisco el pasado martes. «Le confío mi gente», pidió la mujer al Pontífice; «hemos visto nuestras iglesias destruidas; la guerra nos ha negado la posibilidad de rezar. Nuestros derechos humanos, así como nuestra dignidad, a menudo son pisoteados por culpa de la indiferencia y la superficialidad con que se nos trata», denunció. En Europa, reconoció, «tampoco hemos podido encontrar la paz». Aun así, se mostró esperanzada: «No queremos ser una carga, sino ofrecer nuestras habilidades y conocimientos para ayudar a construir una sociedad más justa. Podemos soportar más dolor, si esto sirve como garantía a un futuro de paz para nuestros hijos».

Carol hizo especial hincapié en la situación de los niños, «que han muerto o han sido reclutados en una guerra sin sentido. Pasarán, por lo menos, 50 años antes de que surjan nuevas generaciones de sirios. Somos un país sin futuro», alertó ante el Santo Padre. Y sin educación. En Siria, desde hace más de un año, los niños apenas van a la escuela, porque «enviarle a clase significa asumir el riesgo de que pueda no volver a casa con vida», denunció la mujer.

Desde Jordania, monseñor Fouad Twal, patriarca de Jerusalén y presidente de la red de Cáritas en el país, ha expresado en varias ocasiones su preocupación por los menores, para los que tienen la atención específica de psicólogos en el campo de refugiados, porque «les están robando la infancia».