El discurso de Donald Trump, con propuestas simples para abordar la preocupación de la clase trabajadora —también migrante— por la pérdida de poder adquisitivo, frente a los planteamientos más ideológicos de los demócratas valió al republicano la victoria en las elecciones estadounidenses del 5 de noviembre y el mejor resultado de los tres comicios a los que ha concurrido. De cara al inicio de su mandato el 20 de enero, a la Iglesia le preocupa su promesa de deportar masivamente a inmigrantes ilegales. Para evitar que retomara las ejecuciones de condenados a nivel federal, Biden conmutó el pasado lunes las penas capitales de 37 de los 40 reos. Y se teme elimine la ayuda a Ucrania.
El discurso antiinmigración también gana terreno en Europa con el ascenso de la extrema derecha en las elecciones del 6 al 9 de junio —fue primera o segunda fuerza en varias naciones— y la petición de 15 Estados miembro de replicar el plan de Italia —implementado y fracasado en octubre— de procesar en Albania las solicitudes de asilo de personas rescatadas en aguas internacionales. «Hay una cierta tendencia en algunos países a controlar la migración más allá del Pacto de Migración y Asilo» aprobado el 11 de abril, reconoce Manuel Barrios, secretario general de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la UE (COMECE). Pero «es apresurado» hacer pronósticos pues «ha costado mucho alcanzar este acuerdo», que también recibió duras críticas por no respetar los derechos de los migrantes.
Por otro lado, Barrios valora que tras los comicios «se ha mantenido el acuerdo de partidos europeístas en las cosas más importantes y hay un cordón sanitario fuerte» contra los Patriotas por Europa (grupo del húngaro Orbán y de Vox), al tiempo que existe algo más de apertura hacia los Reformistas y Conservadores de la italiana Meloni. Con todo, pronostica que «el gran tema para Europa en esta legislatura» será «seguir siendo un actor global importante».