El día que Alfa y Omega pasó con Luis Antonio Tagle
El arzobispo de Manila ha viajado varias veces a España. En su primer contacto con este semanario reivindicó que «necesitamos salir al mundo»
Corría el año 2016 y, tras un agotador viaje de 19 horas Luis Antonio Tagle visitaba en España la Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada. Un evento en el que estuvo presente Alfa y Omega y durante el que pudo entrevistar al arzobispo de Manila. Acababa de cumplir un año como presidente de Caritas Internationalis y visitar campos de refugiados en Grecia o el Líbano. A su juicio, está muy claro cómo debe ser la respuesta de la Iglesia ante este drama: «Lo primero es tocar los corazones». «Necesitamos que los políticos, los empresarios y los militares examinen sus conciencias, que piensen en los niños inocentes que no entienden por qué sus países están siendo destruidos», sentenció.
En cuanto a su nombramiento para coordinar el brazo caritativo de la Iglesia, confesó que «soy yo el que está aprendiendo de los pobres, de los refugiados, de los trabajadores ilegales arrestados y encarcelados y de los voluntarios que sacrifican sus vidas». «Esas personas me están enseñando a amar y a tener esperanza», añadía. En opinión del purpurado filipino, «todos tenemos necesidad de misericordia», pues, «cuando no tienes misericordia en el corazón es fácil infligir heridas a los otros, de ahí proceden muchas de las heridas del mundo».
Tagle respondió también a las preguntas sobre el Jueves Santo de aquel año, en el que lavó los pies a Andrés Bautista, presidente de la Comisión Electoral de su país a unas pocas semanas de las elecciones presidenciales «Fue un buen signo para todo el pueblo filipino de que las elecciones no deben tratar sobre poder y ambición, sino sobre servicio», valoró.

Un año después de este viaje, el arzobispo de Manila volvió a España y pasó por el pueblo cántabro al que se debe su apellido. Tagle, de apenas 450 habitantes, se volcó en la acogida al cardenal y una veintena de familiares que le acompañó. Según los vecinos, quienes aseguraban que «se dice por ahí» que podría ser el próximo Papa. Tras conocerlo, el párroco local Baldomero Maza decía a Alfa y Omega haber visto a «un hombre de Dios» extremadamente sencillo y siempre sonriente que «va dejando a su paso un rastro de paz y buen humor».
Preguntado por la situación de la Iglesia en Asia y su empuje misionero, explicó que «en todo el mundo la Iglesia tiene que desempeñar un papel público, por eso es importante la doctrina social de la Iglesia». En el continente más poblado del mundo también existen algunas de las regiones más pobres del planeta «y los católicos, que siguen siendo una pequeña minoría, provienen muchas veces de esas poblaciones, la Iglesia abraza la situación de sus propios hijos». En su opinión, «esto le lleva a un modo concreto de vivir la fe, ante una serie de heridas causadas por la injusticia social». Pero con un matiz: «Tenemos mucho cuidado de involucrarnos no desde el punto de vista de la ideología, sino desde el Evangelio».
Con un abuelo materno chino, Tagle se pronunció sobre la evangelización del país señalando que «la relación entre la Iglesia y el Gobierno ha tenido muchos altibajos en las últimas décadas». Todavía no se había aprobado el acuerdo entre China y la Santa Sede para el nombramiento conjunto de obispos y el arzobispo de Manila valoraba que la Iglesia subterránea —ilegal y fiel al Papa— y los fieles de la Asociación Patriótica —ligada al Gobierno— «a veces se miran con suspicacia». Para desescalar las tensiones recetaba «construir comunión, fraternidad y hermandad entre ellos».
Luis Antonio Tagle también se pronunció sobre la particular devoción popular que existe en Filipinas. «¡Esperemos que dure!», deseó. Y opinó que «es uno de los frutos de la evangelización que vino de España y también de México». A su juicio, las frecuentes procesiones «son cauces de la fe, especialmente entre la gente ordinaria, aunque también están presentes entre los ricos porque es parte de su cultura». El reto, apuntaba, es que «incluso con cambios económicos, esa intensa vida devocional continúe». Y progresivamente «hacerla más informada, más realmente fundada en la Biblia y en el Catecismo y más implicada en la transformación social del país».
Una Iglesia que sale al mundo
En el momento de la entrevista a Luis Antonio Tagle por Alfa y Omega, Francisco apenas llevaba tres años como Papa. Preguntado por el estilo de aquel reciente Pontífice, valoró que «antes del Vaticano II, en el siglo XIX, especialmente en Italia, la Iglesia se puso a la defensiva, con la pérdida de los Estados Pontificios, la pérdida de tierras, propiedades, autoridad… Y se dedicó a combatir al mundo moderno, pero el mundo moderno continuó su existencia al margen de la Iglesia». Citó también a Juan XXIII, quien alegaba que «no podemos estar peleando continuamente contra el mundo. Necesitamos salir al mundo, escucharle, tiene cosas buenas y tiene sus heridas». En opinión del filipino, «no significa aprobar todo lo que pasa en el mundo, pero sí reconocer que también hay mucho bien y oportunidades para evangelizar».
Luis Antonio Tagle también respondió a su fama de narrador de anécdotas bromeando con que «cuando dos o tres asiáticos nos juntamos, contamos historias, no sé si siempre muy buenas». Humor aparte, opinó que «así es cómo enseñaba Jesús» y que «si nos fijamos en las historias de la vida de Jesús, vemos que siguen ocurriendo hoy». Visitaba las casas de todo tipo de personas, lloró cuando murió Lázaro y fue traicionado por un amigo.
Desafiado a proponer una historia que vuelva a Europa más sensible hacia los refugiados, el arzobispo de Manila recordó el caso real de una mujer de su país afincada en Italia que le decía: «Mientras preparo la comida de los niños italianos a los que cuido me pregunto quién estará preparándoles la comida a mis hijos en Filipinas. Cuando veo a estos dos niños italianos hago una promesa: los querré como a mis propios hijos». Según las palabras del purpurado, «los inmigrantes son trabajadores, pero tienen la capacidad de amar a las personas a las que sirven como si fueran de su propia familia».