Esta película de Cédric Kahn sorprendió en el Festival de Berlín de 2018, donde se alzó con la estatuilla del Oso de plata al Mejor Actor para Anthony Bajon, el joven protagonista. El título francés del filme es La prière, que significa La plegaria o La oración, un título más ajustado al argumento que El creyente, que suena a película sobre sectas o iluminados. En cualquier caso, hubo acuerdo en la Berlinale en que la cinta, a pesar de ser de ficción, está muy cerca del documental, al ilustrar con bastante minuciosidad lo que es la vida de la Comunitá Cenáculo, fundada en 1983 por la religiosa Rita Agnese Petrozzi, conocida como Madre Elvira, en el Piamonte italiano. En realidad, en el filme no se cita nunca el Cenáculo, aunque resulta evidente la referencia a esta comunidad de recuperación de toxicómanos, extendida hoy por medio mundo. De hecho, la película se inspira en una de las dos comunidades masculinas (fraternidades las llaman ellos) que hay en el Pirineo francés, una en Lourdes y otra en Bartrès.
El argumento se centra en Thomas, un joven de 22 años adicto a la heroína, que ingresa en el Cenáculo para intentar rehabilitarse. La adaptación le resulta difícil y tendrá que contar con el apoyo de sus compañeros, la firmeza de la religiosa fundadora y la amistad con Sybille (Louise Grinberg), una joven del pueblo. Durante su permanencia en el Cenáculo descubre la fe a través de la insistente oración de la comunidad.
Lo mejor de la película es cómo ilustra el camino de conversión profunda que experimentan la mayoría de los extoxicómanos, y el método radical con el que se trabaja en dichas comunidades. Sin embargo, ese proceso podía estar mejor explicado y desarrollado en el caso de Thomas, que no acaba de dejar de ser un poco enigmático para el público. La película es expositiva, no catequética, y sin embargo, no puede dejar de provocar preguntas profundas en el espectador, ya que se pone muy de manifiesto la relación que hay entre el consumo de drogas o alcohol y la búsqueda de un sentido para la vida. Por otra parte, se agradece el realismo del filme: nadie garantiza nada, se puede recaer, se puede abandonar, se puede quedar herido para siempre. Las drogas no se van como vinieron: siempre dejan cicatrices. Pero, con todo, el milagro del cambio es posible, y conmueve ver el proceso de humanización de los personajes.
También es muy interesante el papel central de la libertad en todo este camino. No solo porque nadie es obligado a continuar, sino porque cuando acaban su estancia en la comunidad y vuelven al mundo exterior, la posición de cada uno frente a la fe o la religiosidad es diferente: ninguno es obligado a aceptar una pertenencia determinada, pero en todos se va reconociendo que el sentido religioso es consustancial a su humanidad.
Cédric Kahn es un director muy versátil que ha dirigido películas románticas, eróticas y dramas basados en hechos reales, que es lo que más se acerca a El creyente –aunque en ella también hay romance y una escena intensamente erótica–. Pero esta es probablemente su mejor película.
Cédric Kahn
Francia
2018
Drama
+12 años