El corazón de la cristiandad vuelve estos días a Europa - Alfa y Omega

El corazón de la cristiandad vuelve estos días a Europa

Los jóvenes tendrán la oportunidad de volver a beber de la valentía de quienes no lo tienen tan fácil para llevar la cruz al cuello

Alfa y Omega

No dejan de suscitar cierta envidia estos días de preparativos rumbo a la gran Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa. Embarcados en los nervios de un inicial viaje con amigos, muchos jóvenes todavía no son conscientes de lo que vivirán la semana próxima. La universalidad de la Iglesia se hace palpable en cada metro cuadrado de las ciudades acogedoras, como en aquel encuentro de apertura de siglo que, bajo el ferragosto romano y bomberos literalmente regando a miles de jóvenes de todas las razas y procedencias que, mientras esperaban para entrar en la basílica de San Pedro, agua frizzante en una mano y pañuelo para tapar los hombros en la otra, cantaban a coro: «Siamo qui, sotto la stessa luce, sotto la sua croce cantando ad una voce. E’ l’Emmanuel». Fue un himno que marcó una generación, una Iglesia en salida cuyos protagonistas hoy cierran las mochilas de sus hijos para encontrarse con Francisco en la capital lisboeta. Benedicto XVI se estrenó en Colonia, en su tierra natal. Fue su primer viaje internacional, precisamente para llegar hasta los jóvenes abriéndose paso por el Rin. Una multitud agitaba los brazos y daba la bienvenida a la barca de Pedro al teólogo alemán. Hay quien se cruzó el mundo para compartir noche de vigilia en Sídney con cristianos especialmente llegados de los países orientales o saltó el océano para empaparse de la alegría de la fe en Brasil o Panamá. El corazón de la cristiandad vuelve estos días a Europa. Pisarán nuestra península jóvenes llegados de Siria o Líbano. De Nigeria o Sudán. Jóvenes perseguidos en India o que abandonaron su país, Nicaragua, señalados. Nuestros jóvenes tendrán la oportunidad de volver a beber, por unos días, de la valentía de quienes no lo tienen tan fácil para llevar la cruz al cuello o acudir a Misa al edificio de enfrente. Como siempre se ha dicho, luego toca revisar los frutos y hacer de ellos misión, y para eso hay dos tareas fundamentales: que los hijos abran el oído allí y que los padres, párrocos y adultos abran el oído, a su vuelta, aquí.