El circo, en la cuerda floja
«Es inimaginable una Navidad sin circo», afirma el padre José Aumente, capellán de los circos de España. La campaña de la que viven 2.500 familias está ahora pendiente de un hilo
«A las cinco voy con un circo a pedir alimentos que les han ofrecido de una parroquia. Les da cierto pudor reconocer que necesitan ayuda. Pero el que no tiene nada, ¿qué hace? Nadie pide por gusto», dice el padre José Aumente, director del Departamento de Pastoral de Ferias y Circos, de la Conferencia Episcopal Española.
Desde hace meses, las 2.500 familias que componen los 40 circos de España viven en la cuerda floja. Si el confinamiento les sorprendió desprevenidos, ahora su situación es crítica, porque aunque la Navidad ha sido siempre la época que les ha salvado económicamente la temporada, parece que este año no va a ser así.
«Nosotros llevamos parados desde marzo, y ahora nos estamos pensando mucho si abrir en Navidad», asegura Mati Muñoz, responsable del circo Quirós, una empresa familiar que por estas fechas suele contratar cada año a cerca de 50 personas. «Ahora todos se han vuelto a su casa, algunos a otros países, y se están buscando la vida como pueden en otros trabajos. Solo quedamos la familia», añade.
Para un circo, salir a la carretera no es fácil: «cuesta un dineral, tienes que hacer las revisiones de los camiones, pagar los seguros y la publicidad, alquilar el terreno a los ayuntamientos… Tener que reducir el aforo al 50 % nos perjudica. Y luego no sabemos si va a venir la gente, tenemos muchas dudas».
El virus del miedo
El padre Aumente está en contacto desde hace meses con la gente del circo, y ha sido testigo de cómo «poco a poco se ha ido apagando su esperanza». «Con el confinamiento dieron por perdida la Semana Santa, y el verano fue un fracaso rotundo. Algunos no se movieron de donde estaban, y los que en julio y agosto decidieron abrir se encontraron que la gente no iba porque estaba asustada. A algunos, el ayuntamiento los echó por miedo a que transmitieran el coronavirus a los del pueblo». La situación por la que pasan es tan extrema que, en septiembre, varios representantes del circo se concentraron delante del Congreso de los Diputados para reclamar ayudas públicas y la atención de la sociedad.
«Un circo siempre está en terreno de otros. ¿Qué haces si te echan? ¿Dónde vas con los trastos, con la caravana, con la carpa? La mayoría ha tenido que gastar de donde no tienen», lamenta.
Ahora, la Navidad está rodeada de incertidumbre. «Siempre ha sido el agosto de los circos, que ven la posibilidad de ganar unos euros –continúa el padre Aumente–. ¿Pero ahora quien piensa en eso, con lo que ha pasado estos meses? Necesitan varios miles de euros que no tienen. Todavía no me ha dicho un circo que vaya a abrir en Madrid esta Navidad».
En el resto de España la situación no es mejor. En Santander las autoridades han cerrado un circo que había conseguido abrir y que tenía ya las entradas vendidas, y en Valencia hay uno que abrió sus puertas pero solo ha podido vender una de cada diez entradas.
Aguantando el tirón
Los miembros del circo Quirós han tenido suerte, porque después el confinamiento pudieron trasladarse a un terreno de su propiedad en Murcia. Son unos privilegiados, porque su caso no es normal; la mayoría de las familias de su sector no tiene un cuartel de invierno al que retirarse.
«Nos vinimos sin tener ni idea de cuánto iba a durar esto, y ya llevamos aquí varios meses», cuenta Mati. En todo este tiempo «nos hemos mantenido como hemos podido, porque no hemos cobrado nada». «Nos han concedido una subvención, pero todavía estamos esperando ese dinero. No sé cómo estamos sobreviviendo. Aquí seguimos, aguantando el tirón», lamenta, al tiempo que reconoce que han tenido que pedir ayuda a la Cruz Roja para poder tener comida: «Se han portado muy bien con nosotros, les estamos muy agradecidos».
La conversación con el padre Aumente concluye entre sombras: «Esto es un desastre. Esta gente está viviendo en medio de una inseguridad increíble. Están pasando la noche oscura».
¿Cómo sería una Navidad sin circo? Mati Muñoz, la responsable del circo Quirós, dice que este año «se va borrar la ilusión en la cara de los niños. Está siendo todo muy raro, muy extraño y triste. No va a ser lo mismo». El padre José Aumente no se puede ni imaginar que algo así pueda ocurrir: «No podemos privar a los niños de este momento de alegría que les da el circo. Llevamos meses y meses metiéndoles miedo. El circo cumple un servicio social. La gente necesita reírse y olvidarse un poco de los telediarios».