El cine, «un eficaz instrumento pedagógico y catequético»

El arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, inauguró, el pasado jueves, el II Congreso SIGNIS España. El cardenal Rouco destacó que, en el momento actual, en el que «se ha establecido una buena relación entre Iglesia y cine», estamos «ante el reto de hacer del cine un instrumento al servicio de la transmisión de la experiencia cristiana y del Evangelio lo más viva y realista posible».

El cardenal Rouco afirmó que, en las últimas décadas, la Iglesia ha variado a la hora de enfrentarse «a la problemática del cine en relación con la misión pastoral». Y recordó que, «en ocho años de seminarista menor, sólo vimos tres películas». También contó alguna anécdota de su infancia, cuando, siendo un apasionado del cine, dejó de ir a la edad de ocho años porque el párroco de Villalba le dijo que los sacerdotes no iban al cine, «y yo quería ser sacerdote».

Pero, ya en el Seminario Mayor de Salamanca, donde había una sala de cine y se organizaban tertulias, «llegó el discurso de Pío XII sobre el cine ideal». Y «la Iglesia universal vio el cine, no sólo como instrumento de diversión, sino como herramienta de transmisión de valores culturales, y de edificación de lo humano». Esto significa –concluyó– que «hay que tomar con sentido de responsabilidad los retos pastorales del cine».

El cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, desgranó, en su ponencia inaugural, las ocasiones en las que, el cine, a lo largo de su historia, ha servido como atrio de los gentiles. En muchas ocasiones, señaló, «un film con un tema explícitamente religioso puede resultar espiritualmente insignificante y, al contrario, una película de tema y corte profano puede ser de altísima impronta religiosa».

Así, se detuvo en la figura de grandes directores que han generado «auténticas meditaciones teológicas, y parábolas de intensa humanidad y espiritualidad». Como el danés Dreyer, que con cintas como La pasión de Juana de Arco, u Ordet, «se ha adentrado por los senderos de altura de la fe y la búsqueda espiritual». También el director francés Robert Bresson «celebró el primado de la gracia divina en el terreno de la Humanidad devastada por el mal físico y moral», en su Diario de un cura rural. Además, el cardenal Ravasi citó, entre otros, a Ingmar Bergman, que, con Fresas Salvajes, «luchó con las verdades extremas que la superficialidad de nuestros días trata de narcotizar».

Finalmente, el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura hizo un recorrido por la actitud de la Iglesia ante el cine, que lo ha considerado «un eficaz instrumento pedagógico y catequético», aunque, en ocasiones, con riesgo de «incentivar las malas pasiones y la avidez de ganancia». Ya en 1936, Pío XI, a petición de los obispos americanos, alarmados por la inmoralidad de la producción hollywoodiense, dedicó la encíclica Vigilanti cura al séptimo arte.

Le siguió Pío XII, que en 1955, en su discurso sobre el film ideal, puso la atención en la capacidad del cine para «hacer vivir al espectador esplendores y miserias, ideales y degeneraciones, esperanzas y delitos de la Humanidad», explicó el cardenal Ravasi. Aunque «afrontó también cuestiones complejas, como la licitud de la representación del mal o la ambigüedad narrativa respecto a los valores éticos, familiares y sociales», en la encíclica Miranda prorsus.

El cardenal se refirió, por último, a Juan Pablo II, que «no titubeó en ir, en 1987, incluso a Hollywood», y dejó una amplia cosecha de intervenciones, sobre todo con motivo de los mensajes para las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones sociales. También Benedicto XVI, en el encuentro con los artistas, acentuó la hermandad entre el arte y la fe, entre belleza y espiritualidad, como vías a la trascendencia.