«Cuando llegué a la Comunidad del Cenáculo de Medjugorje en 1990 era un muerto viviente después de años de drogas», reconoce Marco Chappella, que ingresó en el grupo –formado en su mayoría por adictos– después de que sus padres dijeran «basta». «Fue lo primero que me hizo reaccionar», asegura. Una vez dentro, a Chappella le impresionaron los ojos de sus compañeros. «Estaban tan limpios que no me creía que fueran drogadictos como yo». Pero lo que sacó definitivamente del agujero a este chico italiano fue la oración. «Rezar es lo que te cambia. Ponerte de rodillas, el rosario…».
Además de la oración, entre las causas de los numerosos cambios de vida que se han dado entre los jóvenes de la comunidad –Chappella tan solo es uno más en la larga lista de conversos–, también se encuentra el testimonio. «Nos dimos cuenta de que exteriorizar lo que Dios había hecho en nuestras vidas era bueno para nosotros y para quien nos escuchaba», reconoce. Por ello, montaron un espectáculo para dar testimonio, que llegó incluso a realizar una gira por Europa. Hasta que apareció la pandemia. Entonces, decidieron convertirlo en una película para que su historia pudiera llegar a donde ellos ya no podían. Así nació No temas José, que Marco y algunos compañeros le pudieron presentar al Papa durante una escala de su reciente viaje a Madrid, donde han estado contando su experiencia durante toda esta semana. Han pasado, por ejemplo, por la cárcel de Soto y este jueves darán la última charla en la parroquia Santa María Soledad Torres Acosta a las 21:15 horas. De los múltiples encuentros, Chappella destaca los vividos con Francisco y con los presos. «En los abrazos de agradecimiento que me dieron tanto el Santo Padre como los detenidos sentí que yo abrazaba a Cristo y que Él me abrazaba a mí. Fue una experiencia muy fuerte», concluye.