El cardenal Rylko en Madrid: Laboratorios de fe - Alfa y Omega

El cardenal Rylko en Madrid: Laboratorios de fe

«Un don que compromete a toda la Iglesia». Así describe las Jornadas Mundiales de la Juventud el cardenal Stanislaw Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, en su conferencia ante la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española:

Redacción
Eucaristía, celebrada en el hipódromo de Randwick, con la que se clausuró la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney, Australia.

Si cada Jornada Mundial de la Juventud es un regalo para toda la Iglesia, lo es en primer lugar para la Iglesia local que la recibe, un don que debe ser acogido con espíritu de gratitud y que requiere un gran compromiso. Estoy muy contento al constatar que la Iglesia que vive en España toma con gran seriedad este compromiso y se lo agradezco.

Por primera vez, la Jornada Mundial de la Juventud regresa a un país en que ya ha sido acogida anteriormente, y será también la primera vez que dará la bienvenida al Santo Padre el mismo pastor, el cardenal Antonio María Rouco. La experiencia de Santiago de Compostela fue determinante para el futuro de las Jornadas. Su institución fue una de las grandes opciones proféticas de Juan Pablo II. La Jornada se ha convertido en una especie de laboratorio de la fe. ¡Cuántas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa! Hay quienes afirman que, en el mundo de los jóvenes, se está produciendo una revolución silenciosa, cuyo potente motor propulsor es la JMJ.

Existe una pregunta sobre cuál es el secreto de este sorprendente fenómeno que reveló al mundo un rostro completamente inesperado. Sigue sorprendiendo dentro y fuera de la Iglesia. Y son la fotografía de una juventud muy diversa a la que nos han puesto como estereotipo los medios de comunicación, una juventud sedienta de valores y en búsqueda de significado, dejándose a las espaldas ideologías y falsos maestros. Hace 25 años, el Papa Wojtyla explicaba las razones de su decisión: «Todos los jóvenes deben sentirse acompañados por la Iglesia». Varios años más tarde, dijo: «Nadie ha inventado las JMJ. Fueron ellos quienes las crearon». Su decisión suscitó cierta perplejidad en algunos ambientes. No es fácil seguir los senderos de los profetas. Ellos miran a distancia y ven más que los demás. Se necesita tiempo para entender cabalmente sus opciones, sus proyectos. Juan Pablo II no fue la excepción.

Volvemos a la persistente pregunta: ¿cuál es el secreto de las JMJ? Tres opciones estratégicas están en la raíz de este fenómeno. La primera, el valor de apostar por los jóvenes. El Papa Wojtyla los vio como especial camino de la Iglesia. El segundo reto es la modalidad elegida para dialogar con ellos. Optó por un encuentro masivo (aunque el término masa no le gustaba para nada y prefirió decididamente la palabra pueblo). Fue una opción atinada. Llegaron en masa, sí, pero no como una masa amorfa y anónima, sino como pueblo, como Iglesia. Un encuentro masivo, pues, pero no de masificación. Las JMJ han sido para los jóvenes una escuela donde aprender a vincularse a la fe con serena adhesión; de hecho, actualmente los jóvenes no se sienten incómodos al manifestar públicamente su fe. La tercera opción de Juan Pablo II es la decisión de poner en el centro la cruz de Cristo. Él entendió enseguida que es a Jesucristo a quien los jóvenes buscan.

Una saludable provocación…

Los jóvenes de hoy quieren ser ellos mismos, desean afirmar su propia identidad. Son capaces de vivir con generosidad, solidaridad y dedicación, pero -a diferencia del pasado- tienen menos puntos de referencia y menor sentido de pertenencia. Son fuertemente individualistas, exigen el derecho a construir su vida prescindiendo de valores y normas comúnmente aceptadas. Los caracteriza una grave carencia de raíces culturales, religiosas y morales. Son sin duda menos permeables a las influencias, pero en su vida predomina la dimensión emotiva y sensorial, en detrimento de la razón, la memoria, la reflexión. Su mundo está en continua y rápida transformación, y las Jornadas Mundiales de la Juventud se han convertido en una especie de sismógrafo sensible y en una saludable provocación para la pastoral.

Con Benedicto XVI, hay un nuevo Papa, pero siempre el mismo corazón de padre. Benedicto XVI insiste en que la Jornada Mundial de la Juventud no se puede reducir a los momentos festivos: «Estos días son sólo el momento culminante de un largo camino precedente. La segunda prioridad pastoral que surge de las JMJ es ayudar a los jóvenes a descubrir la racionalidad de la fe y su belleza. Para el Papa Ratzinger, «en la educación de las nuevas generaciones, ciertamente no puede evitarse la cuestión de la verdad; más aún, debe ocupar un lugar central». La tercera lección se refiere a las opciones fundamentales de vida que los jóvenes están llamados a hacer y a la búsqueda del sentido último de su existencia. Se trata de dar a los jóvenes la capacidad de tomar decisiones vocacionales, opciones de vida, sea orientadas al sacerdocio, a la vida consagrada, o sea al matrimonio.

El cuarto pilar del proyecto pastoral que nace de las JMJ es que el responsable de la pastoral juvenil debe tener un conocimiento profundo de la esencia y de la importancia de la juventud en la vida de cada persona. ¡Aunque esto parezca obvio, no se puede dar por descontado! Aquí se encuentra el punto central de la formación de quienes trabajan en la pastoral juvenil. Si no existe una relación de confianza, no se puede establecer una verdadera relación educativa. Los jóvenes están también dispuestos a ser reprendidos, quieren que se les diga sí o no. Tienen necesidad de un guía, y quieren tenerlo muy cerca». Estas coordenadas son una brújula segura para ser guiados hacia la cita de Madrid 2011.