El cardenal Newman dejó un mapa de ruta a los educadores católicos
El converso inglés, canonizado hace un lustro, suscita cada vez más interés, asegura una ponente de la jornada que sobre él ha celebrado la UCAV. Su adhesión al Papa y su llamada a la esperanza son muy actuales
A pocas semanas de que el 13 de octubre se cumplan cinco años de la canonización de John Henry Newman, su figura despierta un interés creciente. «Cada año salen traducidos nuevos libros», apunta a Alfa y Omega Catherine Declercq, miembro de la cátedra en honor del santo inglés de la Universidad Católica de Ávila (UCAV). En sus actividades, añade, ya hay participantes de varios países. «Es actual porque se basa en las fuentes, en el Evangelio, en la Sagrada Escritura, en los padres de la Iglesia. No tiene miedo a decir la verdad y, al final, la verdad es siempre la misma». A ello se suma «mucha lucidez a nivel psicológico», su sentido del humor y que «sabe adaptarse a todos los públicos».
Esta actualidad inspiró a Declercq para proponer Siete consejos de Newman para el hombre de hoy en su ponencia durante la III Jornada de la Cátedra John Henry Newman, celebrada en el abulense Palacio de los Serrano el pasado miércoles. Lo hizo basándose en sus Sermones predicados en distintas ocasiones, obra inédita en España que reúne ocho homilías como rector en la Universidad Católica de Irlanda en 1856 y 1857, junto a otras siete en diversos ámbitos entre 1850 y 1866.
En 1851, los obispos irlandeses invitaron a Newman a fundar y dirigir la universidad que querían crear para los católicos, excluidos hasta entonces de la educación superior en el Reino Unido —al que aún pertenecía la isla—. Pero se encontró con indiferencia y rechazo: al no poder estudiar por ser fieles a su fe, los católicos irlandeses consideraban la formación universitaria enemiga de esta.
En su primer sermón en la recién inaugurada iglesia de la Universidad Católica de Irlanda, en 1856, Newman reivindicó los estudios y subrayó cómo su universidad buscaba «reunir las cosas que en un principio fueron unidas por Dios y han sido separadas por el hombre»: el intelecto y la fe. Comparándola con santa Mónica —era el día de su memoria— y sus desvelos por su hijo san Agustín, decía que la universidad católica es como una madre que «cuida de aquellos “a quienes el padre y la madre ya no pueden mantener”». 168 años después, señala Declercq, de este texto se desprende que la universidad católica —y cualquier educador— debe formar «cristianos coherentes que integran en sus vidas la unidad entre la fe y la razón, la coherencia entre lo que vivimos, creemos, decimos y hacemos». Esta enseñanza «debe ser ejemplificada en los miembros de la comunidad universitaria».
Newman también se preguntó «por qué un hombre llega a creer y otro no», prosigue la profesora. Si bien «la fe es una gracia», existen disposiciones para ella. Dedicó uno de sus sermones a lo que consideraba primer paso para creer: escuchar la conciencia; que, dijo, es «mandato dominante, no un mero sentimiento […] sino una ley, una voz autoritativa» que aunque se rechace o ignore permanece. «Su misma existencia lleva nuestro espíritu hacia un Ser exterior a nosotros». De ahí puede nacer el deseo de que Dios se manifieste con un mensaje de salvación «cuando uno se da cuenta de sus faltas y pecados», añade la investigadora. Con todo, el futuro cardenal reconocía, según ella, que ya entonces «este estado de espíritu suele ser el de una minoría».
El tiempo de Newman al frente de la Universidad Católica de Irlanda fue breve, pues se inauguró en 1854 y la abandonó en 1858. «Él tenía una idea y los obispos otra», explica Declercq. «Pensaban más bien en una universidad eclesiástica y él tenía pensado involucrar a laicos en el gobierno y en el profesorado» y enseñar todas las ciencias, no solo teología. A pesar de este aparente fracaso, lo considera un pionero de las universidades católicas tal como se entienden hoy en día.
Otra lección de actualidad es la que llama a la fidelidad al Papa. Las objeciones sobre el papado fueron para Newman uno de los últimos escollos para hacerse católico. Pero «cuando se convierte ya es un católico 100 % ortodoxo y defiende absolutamente todo», explica Declercq. Así lo manifestó en El Papa y la revolución, sermón de 1866, tiempo de incertidumbre sobre el futuro de los Estados Pontificios, «Newman dijo que tanto si los quitan como si se mantienen bendito sea Dios; el caso es apoyar al Vicario de Cristo en todo tiempo. Y recuerda a los católicos sus obligaciones sagradas respecto al Obispo de Roma, de amarle y rezar por él», y tener «una firme adhesión a Pío IX y a todos los Papas de la historia».
En un plano más espiritual, enumera la ponente, el cardenal inglés invita al hombre contemporáneo a fijar la mirada en el cielo y en los santos y a la humildad. Pero, en los tiempos que corren, una última exhortación suya fundamental es a no perder la esperanza, pues Cristo guía a la Iglesia: «¿Quién puede decir por qué un armazón tan antiguo […] ha perdurado, contra todo cálculo humano […] siempre fallando, pero siempre logrando explorar nuevos mares y costas extranjeras, excepto que Él […] todavía está en Su propia arca que Él ha hecho?».