El cambio personal que se produce tras las situaciones de fracaso. «¿Qué te pasa, hija? Tú, antes, no eras así» - Alfa y Omega

El cambio personal que se produce tras las situaciones de fracaso. «¿Qué te pasa, hija? Tú, antes, no eras así»

Laura, Jesús, Bárbara y Carlos son cuatro estudiantes de Formación Profesional de Grado Superior que han experimentado cómo el acompañamiento personal, cuando se hace a la luz del Evangelio, es tan importante como la preparación laboral para encontrar nuevos horizontes, nuevas esperanzas y nuevos compromisos

José Antonio Méndez
Jesús, Bárbara, Laura y Carlos, en su aula del centro Padre Piquer, de Madrid.

Bárbara tiene 25 años y, tras varios años trabajando en el entorno de la publicidad, se dio cuenta de la gran mentira que supone «centrar la vida en la imagen, en las emociones superficiales, en las apariencias». Así que decidió empezar un módulo de Grado Superior de FP en Integración Social, en el centro Padre Piquer, que los jesuitas tienen en Madrid. A su lado están Carlos, de 19 años, y Laura, de 18, que pasaron por el instituto sin conseguir un expediente que les permitiese acceder a la Universidad, y Jesús, de 21, ex alumno de Secundaria en el Padre Piquer, que optó por este módulo de FP «para hacer algo más humano que trabajar por dinero sirviendo hamburguesas en el Burger King».

Sus vidas son el mejor ejemplo de cómo, para que un joven encuentre un horizonte en su vida, incluso en un escenario laboral adverso como el actual, no sólo necesita una capacitación profesional que se ajuste al mercado, sino la compañía de alguien que valore su dignidad y sus talentos, sin rebajar sus exigencias.

«Para mí –dice Jesús–, el acompañamiento de los tutores y de los profesores es clave. Éste no es un lugar impersonal, sino que cada uno importa, y eso se ve en todas las clases. Yo estoy muy implicado en la pastoral, y ahora me han dado la oportunidad de tener alguna responsabilidad, como dirigir el grupo de música. Son cosas que hacen que te sientas valorado». Ese apoyo incluye lo académico, pero va más allá: «Sé que el tutor y los profesores se preocupan por mí, que me puedo apoyar en ellos, y eso me da confianza cuando tengo algún problema. Nos conocen muy bien y nos ayudan bastante. A mí me han ayudado incluso en temas familiares que no sabía con quién tratar», explica Laura. «Claro –añade Carlos, casi recogiendo la frase–, porque son cosas que no siempre puedes tratar con la gente que conoces o con tus amigos, y aquí son buenos profesionales, tienen experiencia y eso te da seguridad».

Esta ayuda personal tiene consecuencias prácticas. «Una amiga estuvo a punto de dejar de estudiar –cuenta Laura–, decía que no valía, que quería tirar la toalla. Se habría quedado en la calle, sin trabajar ni estudiar, pero aquí le ayudaron a ver que se podía esforzar y que ella merecía la pena, y ahora sigue estudiando y le está yendo bien». Y añade: «Yo también he cambiado: antes era más pasota, más irresponsable, y más de quejarme, pero sólo de boquilla, y ahora me preocupo más de los temas sociales, de las cosas de política, de ayudar a los demás…, y también de querer mejorar yo. Mis padres me dicen: ¿Qué te ha pasado, hija? Tú, antes, no eras así». La experiencia de Carlos es similar, «y ahora soy más sensible a los problemas de la gente y quiero hacer cosas, aunque me suponga más esfuerzo o trabajo». A Bárbara, en cambio, «me han ayudado a ser más reflexiva, más serena, más profunda, y a recuperar los valores que me enseñaron en el colegio religioso al que fui de pequeña. Antes, estaba más perdida, pero ahora tengo las ideas más claras sobre las cosas que de verdad importan en la vida». Y ésa sí que es la mejor preparación para el futuro.