El brillo humilde de Dios - Alfa y Omega

El brillo humilde de Dios

Tiene forma de torre escalonada que se eleva hacia el cielo, como las catedrales góticas que nos invitan a contemplar el monumento desde el suelo hasta lo alto, todo un recorrido desde lo humano…

Pedro J. Rabadán
Foto: Ana Pérez Herrera

Tiene forma de torre escalonada que se eleva hacia el cielo, como las catedrales góticas que nos invitan a contemplar el monumento desde el suelo hasta lo alto, todo un recorrido desde lo humano hasta lo trascendental. Pero en esta, la vista queda atrapada en el centro, en el corazón, en la custodia donde se colocará de nuevo la Hostia Santa para su adoración por las calles de Toledo durante la procesión del Corpus Christi de este jueves. El oro y la plata que lo rodean acompañan al Rey que lleva dentro y no hacen sino aumentar el brillo humilde de un Dios que se queda en un trozo de pan para ser nuestro alimento.

Así luce la Custodia de Arfe restaurada y presentada este lunes en la catedral de Santa María de Toledo. Durante ocho meses, los dos cuerpos que la componen (el interior, de plata, y el exterior, de oro con piedras preciosas) han sido desmontados pieza por pieza para su limpieza y reparación, consolidar la estructura y estabilizar los elementos metálicos. Unos delicados trabajos bajo la dirección técnica del IPCE, con un equipo multidisciplinar compuesto por restauradores, plateros, historiadores, laboratorios de química y física, gemólogos y carpinteros. Una minuciosa labor con un fin último: dar gloria a Dios a través de este conjunto de más de dos metros.

El Papa Urbano IV instituyó la fiesta del Corpus Christi en 1264. Eso trajo consigo la necesidad de crear un receptáculo para la adoración, algo que quedó resuelto entre los siglos XIV y XV con esta custodia. Desde entonces, ha sido el trono del Cuerpo de Cristo en las procesiones por las calles toledanas. La ciudad se ha preparado con más de 3.000 plantas y 4.000 metros de guirnalda para celebrar su fiesta más importante. Porque es historia, tradición y fe. Personalmente, el que les escribe, se confiesa más entusiasmado por esta procesión que por las de Semana Santa. Porque implica un acto de fe hasta provocador creer que Jesucristo se queda con nosotros bajo esa apariencia. Un milagro a nuestro alcance cada día en la Eucaristía.

Contemplarlo sin prejuicios es garantía de que nuestro corazón arderá al descubrirlo, y al cruzarse con la Custodia de Arfe resonarán en nuestro interior las palabras: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle». Al recibirlo, cada uno de nosotros se convierte en custodia. ¿Cómo restauramos nuestra alma?