El belén: una llamada a cambiar la vida
La presencia del nacimiento en sitios públicos es una muestra de la verdadera libertad religiosa y habla de las raíces de Occidente
Coincidiendo con la fiesta de la Inmaculada, estos días muchas familias colocan el belén en sus casas. Esta tradición tan arraigada, como escribió el Papa Francisco hace tiempo en la carta apostólica Admirabile signum, nos ayuda a imaginar qué ocurrió en Belén, «estimula los afectos» e «invita a sentirnos implicados en la historia de la salvación», que siempre es actual, sea cual sea el contexto. Se trata, en cierto modo, de «un Evangelio vivo» que nos hace conscientes de la «humildad» de un Dios que se hace pequeño, que nos ama y que nos invita a cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Mientras nos preparamos para esa venida, en este tiempo de Adviento —en palabras del Pontífice en el ángelus del pasado domingo— tenemos de nuevo la oportunidad de «quitarnos nuestras máscaras», dejar de «creernos autosuficientes», ir a confesar nuestros pecados y «acoger el perdón de Dios», para así ir al encuentro de los demás, de nuestros hermanos. «Con Jesús la posibilidad de volver a comenzar siempre existe», aseveró el Sucesor de Pedro.
En este sentido, nadie debería sentirse ofendido por el hecho de que, en estas fechas, haya belenes en lugares públicos. Aparte de que su presencia es una muestra de la verdadera libertad religiosa, que implica que el hecho religioso no quede relegado al ámbito privado, se trata de una tradición que habla de las raíces de nuestra sociedad occidental. Por ello es de aplaudir que una eurodiputada popular, la española Isabel Benjumea, haya superado toda clase de obstáculos burocráticos y sectarios hasta conseguir que el Parlamento Europeo coloque, por primera vez en su historia, un nacimiento. Lejos de usarse como un arma arrojadiza en tiempos de guerras ideológicas —como pretenden algunos—, este es un gran recordatorio de que la construcción de un mundo más fraterno siempre está en nuestra mano. Sin alharacas, con humildad y entrega.