Belenes para pensar, buscar, pasear…
Madrid se llena, un año más, de belenes, muchos de ellos montados, como ha venido siendo tradición, aprovechando el puente de la Inmaculada
Medio centenar de integrantes del Coro de Niños de la Comunidad de Madrid amenizaron con sus villancicos la inauguración, la semana pasada, del belén que cada año —y con este son ya 20— la Asociación de Belenistas de Madrid monta en el patio central de la Real Casa de Correos, en la Puerta del Sol, por encargo del Gobierno regional. El elemento más significativo es una cueva, aunque a ella se llega al final de un recorrido que empieza por el protagonista de este año en Madrid: san Isidro Labrador, con motivo del Año Santo con el que se conmemora el 400 aniversario de su canonización. Se le hace homenaje a él, pero también a todas las gentes sencillas de «trabajo sordo», explica Luis Antonio Sastre, el belenista diseñador. Es, en esta ocasión, el belén de los humildes. Por eso no hay castillo de Herodes, que evoca «el poder humano marcado por la prepotencia y la soberbia», pero sí un gran pueblo en alto, con sus calles adoquinadas, tolditos en las azoteas, muros de piedra… No se ven, pero están, afirma Sastre, apuntando al cuidado del detalle, que es marca de la casa.
Cerca de 40 personas han participado en este montaje, que ha empleado 900 kilos de corcho, cinco bombas de agua y 320 figuras distribuidas en 150 metros cuadrados, además de los 18 del pueblo y otros 18 de la cueva. En el recorrido se aprecian unas construcciones semiderruidas; son un recuerdo a todas las zonas en conflicto en el mundo con un «guiño especial a Ucrania», que se plasma también en el trigal, realizado por una refugiada ucraniana.
Cuatro de las escenas más importantes —Anunciación, el sueño de José, la visita a santa Isabel y la búsqueda de posada— son del artista andaluz Javier Guilloto, de nueva incorporación y con una característica muy peculiar: pinta a la Virgen con los ojos azules. Dejando atrás la posada se llega al caravasar y a los tres molinos móviles que son como los que hace 3.000 años existían en Persia. El visitante aún no ha llegado a lo más importante porque este belén es para reflexionar, para plantearse interrogantes, para buscar. «Nos gusta —afirma Sastre— que no se reciba todo de forma evidente, sino que la gente se empiece a fijar y vea los detalles; que experimente la visita, que no se fíe de las apariencias y que sea consciente de que lo importante en la vida está en lo oculto, siempre hay que buscarlo». Como a Dios en su nacimiento.
Una de las tres islas que formaban el belén de Sol del año pasado se ha montado este año en el Ayuntamiento de Madrid. Es práctica habitual en la asociación de belenistas reutilizar materiales, excepto para el de la Comunidad de Madrid, que siempre es de estreno. En la sede del consistorio madrileño, 200 figuras de José Luis Mayo y 20 edificaciones dan vida al nacimiento de Jesús y todo lo que rodeó aquella noche santa. También las actividades cotidianas, como cocinar e incluso despiojar a los niños, plasmando eso que dijo el Papa Francisco al comienzo del Adviento: «Dios se esconde en las situaciones comunes de nuestra vida».
Y del centro de la capital, a una de las localidades con más tradición belenística de la región: San Lorenzo de El Escorial, que este año monta su belén monumental con la alegría de haber sido declarado Fiesta de Interés Turístico Regional. La historia arrancó hace 26 años de la mano de un grupo de vecinos que comenzaron a realizar figuras a tamaño natural para repartirlas por calles y plazas del pueblo. Belén inmersivo, se diría hoy. Los visitantes pueden pasear junto a las 500 figuras y sentirse parte viva de este peculiar nacimiento, que se inaugurará este sábado, 10 de diciembre.
Otros muchos belenes se montan estos días aprovechando, como es tradición, la reciente fiesta de la Inmaculada. Se puede consultar un listado ampliado en archimadrid.es.