El báculo de cinco Papas
Su creador fue el escultor italiano Lello Scorzelli. El primero en utilizarlo fue el Papa Pablo VI, el 8 de diciembre de 1965, en la ceremonia de clausura del Concilio Vaticano II. Desde entonces —va a hacer 48 años—, y hasta el pasado 7 de abril, día en que lo utilizó el Papa Francisco en la ceremonia de toma de posesión de su cátedra, en la basílica romana de San Juan de Letrán, se ha convertido en un auténtico símbolo universal del papado; y ha sido, sin lugar a dudas, la escultura que más vueltas ha dado por el mundo, especialmente en manos del Beato Juan Pablo II, quien, durante más de un cuarto de siglo de pontificado, lo enarboló, como una bandera, ante multitudes de los cinco continentes. Hombres y mujeres de toda raza y condición lo han visto, sucesivamente, en manos de Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y del Papa Francisco, como se puede comprobar en las fotos que ilustran estas páginas.
Ha dado muchas veces la vuelta al mundo, y millones de seres humanos han venerado esta efigie de Cristo Buen Pastor. Scorzelli ha contado que diseñó los brazos clavados en la Cruz, pero como proyectados ya hacia la vida nueva de la resurrección del Crucificado con la cabeza inclinada. Cristo ha estado presente, con este báculo, en Tierra Santa y en Auschwitz, en leproserías africanas y en Nueva York, en países sometidos al comunismo y en países libres, y siempre ha atraído las miradas de los hombres con sed de Dios. Es un báculo cargado de Historia, que ha sabido hablar a los hombres del siglo XX y sigue hablando a los del siglo XXI.
El Papa Francisco, al acabar de rezar el Regina caeli, el pasado domingo, en la plaza de San Pedro, recordó a los apóstoles y dijo: «Su fe se basaba en una experiencia tan fuerte y tan personal de Cristo muerto y resucitado, que no tenían miedo de nada y de nadie». Y nos animó a todos a ser como ellos.