«El arte se ha convertido en mero entretenimiento» - Alfa y Omega

«El arte se ha convertido en mero entretenimiento»

El éxito del musical Los chicos del coro en Madrid viene de la mano de Pedro Víllora, colaborador de Alfa y Omega, que ha revisitado la conocida película y ofrece un guion que resalta la importancia de las artes en la educación

Cristina Sánchez Aguilar
El director de Fondo del Estanque utiliza métodos rigurosos para educar a los niños. Foto: Isabel Permuy.

Es la primera vez que veo a alguien disfrutar así en el teatro. Mi vecino desconocido de asiento, durante las dos horas largas que duró el espectáculo, no paró de reír, de llorar, de volver a reír. De sonreír. «Está escrita para eso», asegura Pedro Víllora, el dramaturgo encargado de traducir, versionar y crear las letras adicionales del éxito invernal de Madrid, Los chicos del coro, que no es una adaptación al uso de la archiconocida película francesa de 2004, sino una versión teatral con vida propia, diálogos únicos y alguna que otra sorpresa.

«Hay que trabajar la emoción y la razón, porque son parte de nuestra personalidad, y sobre esta idea está escrita de la primera línea a la última», explica Víllora. Esos niños son curados, purgados, gracias a las emociones artísticas, «y los espectadores también». Para los legos en esta historia, el Fondo del Estanque es un internado en la Francia de la posguerra, en 1949, donde un nuevo profesor, Clément Mathieu, pone en marcha un coro para colaborar en la educación de los niños a través del arte. En clara contraposición, eso sí, con los métodos del director del centro, un hombre que fracasó en su faceta artística y cuyo hastío le ha llevado a gestionar el internado con una gran rigidez. «En esta obra se habla de educación, de pedagogía, de arte y del sentido del humanismo, algo en lo que creo firmemente, porque tengo educación grecolatina y el convencimiento de que las artes sirven para hacernos mejores personas. No son únicamente adornos y expresiones del mundo interior del artista, que también».

Con localidades agotadas cada día, funciones matinales para Navidad —es una obra eminente y necesariamente familiar— y en cartel en el Teatro de la Latina hasta el 9 de abril, el respeto de este guion por el aprendizaje artístico se contrapone abiertamente con la reducción del mismo en el currículo escolar, cada vez más centrado en la técnica que en la revisión de los clásicos. «En los orígenes de la civilización occidental los niños aprendían con los textos artísticos; lo cuenta Platón en Protágoras. Utilizaban en sus colegios libros de Homero para encontrar modelos y ejemplos para la emulación», señala el dramaturgo albaceteño. «Se aprenden convivencia y educación estudiando el pasado a través del arte», y eso «hoy lo hemos perdido; hemos anulado el sentido de la trascendencia y la capacidad del arte para intervenir de manera consciente en la sociedad. Se ha convertido en un adorno, en un entretenimiento, que es parte fundamental del arte, pero no lo es todo».

«Las bases de la educación humanista usan el arte no como complemento, sino como elemento esencial para la formación, y esto es lo que hemos perdido»
Pedro Víllora
Dramaturgo

Otra de las características fundamentales de este musical es la ausencia de crispación. No hay mensajes subliminales. No hay ideología apuntalada. De un lado o de otro. «Me preocupa la homogeneización que hay desde algunos ámbitos educativos», opina el autor. Por eso, ofrecer personajes normales, que muestran el bien, la verdad y la belleza, unos; el cansancio y la ausencia de motivación, otros; el deseo de aprender de la mayoría, aun con vidas truncadas que la música será capaz de enderezar, la mayoría, es en estos días un acto revolucionario. «Yo creo en la libertad individual dentro de un sistema democrático de valores, en los que unos son diferentes a otros, y no se tiene por qué dejar de respetarlos; pero esto se limita desde las nuevas pedagogías. Hay un sentido extraño y limitado de la palabra igualdad», recalca el dramaturgo.

Víllora, que este mes reestrena en Madrid una obra sobre Maria Callas y trae al mejor Calderón en La vida es sueño en el madrileño Teatro de la Comedia —obra dirigida por Declan Donnellan—, analiza la importancia de recuperar el origen del arte, que es el que se pone al servicio del gran público. «A partir de los años 50, y, sobre todo, a partir de los 80, se ha ido creando un lugar terrible, que es el de la crítica artística, que ha intentado ocupar el lugar del arte». Esto ha supuesto que la lectura del crítico sea tan importante o superior a la creación del artista, lo que «ha ido calando en las élites y en los sistemas artísticos, y ha derivado en la idea de que es necesario hacer cosas pedantes e incomprensibles para que el crítico las analice y, por tanto, se ha ido relegando a unos pocos iniciados y excluyendo a los demás». Pero «Tintoretto no pintaba para unos pocos, sino para todos aquellos que iban a las iglesias. Trabajaba para los demás».

La sorpresa mayor del musical viene de la mano de cuatro niñas y una profesora, inesperadas para los que son conocedores del filme. Lo que no sabe la mayoría es que «la versión teatral que hizo Christophe Barratier, el director de la película, en París, ya añade niñas», porque para el coro se necesitaban sus voces. Víllora lo que hace en el guion español es construir una trama en torno a ellas que pone de relieve el papel de la mujer en los años 50. «La profesora es una persona mentalmente avanzada para su época, y con un gran sentido de la educación».