El amigo beninés de Joseph Ratzinger - Alfa y Omega

El amigo beninés de Joseph Ratzinger

Jesús Colina. Roma
Los cardenales Gantin y Ratzinger, en la basílica de San Pedro, en el Vaticano, en 2001.

Fue uno de los colaboradores más cercanos de Juan Pablo II y se convertiría en el amigo beninés del cardenal Joseph Ratzinger, quien ahora se dispone a recordarle al visitar su patria africana como hermano de armas (según anuncia el misal de la visita papal). Sus biografías quedaron ligadas para siempre el 27 de junio de 1977, cuando Pablo VI los creó cardenales en el mismo consistorio. Hablamos de uno de los hombres más destacados de la Iglesia católica en África en el siglo XX, Bernardin Gantin, nacido en Toffo, Benín, en 1922, hijo de un ferroviario, y fallecido el 13 de mayo de 2008 en París.

En 1960, se había convertido en el primer arzobispo metropolitano africano, al convertirse en arzobispo de Cotonú, la capital financiera de Benín que ha dedicado su aeropuerto a esta figura. Fundó varias congregaciones beninesas de religiosas, fue el primer africano responsable de un dicasterio vaticano, y acabaría convirtiéndose en el decano del Colegio cardenalicio. Trabajó primero en la Congregación para la Propagación de la Fe, hoy Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y presidió después los Consejos Pontificios «Cor Unum» y para la Justicia y la Paz, así como la Congregación para los Obispos y la Comisión Pontificia para América Latina. En estos cargos, pudo intercambiar frecuentemente puntos de vista, enriqueciendo la visión del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien siempre demostró un profundo y delicado respeto por su persona.

Cuando cumplió los ochenta años, en 2002, renunció a ser decano del Colegio de los cardenales para poder regresar como misionero en su patria, en la que había dejado el corazón, Benín. Antes de regresar, mantuvo una conversación con este corresponsal, en la que resumía sus treinta años de servicio en Roma a Pablo VI y a Juan Pablo II. «Cuando el Papa llama —dijo—, es Cristo mismo quien llama. Los misioneros, que se encuentran en nuestro país desde hace más de cien años, dieron su viniendo de países diversos. Proviniendo de Iglesias diversas, dijeron al Papa y a Cristo para llevarnos el Evangelio. Por eso, cuando por primera vez el Papa se dirigía a un africano para que fuera misionero en Roma, ¿podía acaso recibir un rechazo? Acepté para prestar un servicio y por obediencia al Papa y a Cristo. Dije siguiendo el ejemplo de los primeros misioneros que aceptaron ir a nuestro país para evangelizarnos. ¡No soy cardenal para enorgullecerme!».

Y hablando de su amada África, decía que lo primero que necesita es paz. «Sin paz no se puede hacer nada, no hay nacimiento ni desarrollo. Por eso, en el nacimiento de Jesús, los ángeles dijeron: Paz a los hombres de buena voluntad». Éste es el mensaje que repetirá su amigo, hoy Papa, al entregar en Benín la exhortación apostólica que recoge los resultados del II Sínodo de África sobre la paz y la reconciliación en el continente africano. Al visitar este próximo sábado su tumba, Benedicto XVI rendirá homenaje a uno de los grandes hijos de la Iglesia en África y a su amor desbordante a Cristo, que siempre estuvo salpicado en las conversaciones por un toque de cariño y humor.

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