Eduardo Fierro: «Está demostrado que por no sentir apoyo se muere antes»
Eduardo Fierro, Jon Ander Fernández y Haize Trueba montaron en 2019 la startup Kuvu, una plataforma de alojamiento compartido que fomenta la convivencia entre jóvenes y mayores de 55 años. El objetivo es combatir la soledad, mejorar las condiciones de vida y ofrecer un alquiler asequible. El programa ya opera en 55 núcleos urbanos en España y aspira a dar el salto a otras ciudades europeas. La iniciativa es finalista en los Premios Fundación Mapfre a la Innovación Social que se resuelven el 4 de mayo.
¿Qué es Kuvu?
Es una plataforma de búsqueda de compañeros de piso, de convivencia. Nos permite conectar a personas mayores que están solas con jóvenes que buscan un alquiler asequible. Ayudamos a los mayores a buscar a la persona adecuada y a proteger toda la relación. Para ello hemos creado un contrato único en España en el que se prioriza la convivencia al alquiler. Está muy bien pagar la cuota, pero no eres un simple inquilino.
¿Cómo surgió?
Siempre he tenido mucha relación y un especial interés por este grupo de población. Ya de pequeño iba con mi abuela materna a acompañar a personas mayores solas en un programa de la Iglesia –soy creyente–. Como vengo de una familia con pocos recursos de Corralejo, en Fuerteventura, para poder estudiar en la universidad viví con mi abuela paterna en Tenerife. Me ayudó a romper barreras y estigmas. Fue la mejor compañera de piso. Me vine a Bilbao a estudiar y como no podía pagar el alquiler entré en un programa solidario. Con esta experiencia y tras conocer a Jon Ander y Haize, cofundadores de Kuvu, empezamos a trabajar para mejorar la calidad de vida de los mayores. Investigamos y montamos cafés intergeneracionales hasta que asumimos un programa de alojamiento compartido de la Universidad de Deusto. Se transformó en Kuvu.
¿A qué situación responden?
En Europa hay 27 millones de personas viviendo solas. Muchas tienen, además, problemas económicos. Por otra parte, el 80 % de los jóvenes europeos de hasta 24 años tienen un problema de emancipación grande y no hay viviendas asequibles en tres de cada cuatro ciudades europeas.
¿A cuántas personas llegan y dónde?
Más que de personas nos gusta hablar de meses de convivencia. Desde los inicios sumamos 189 meses, que es el tiempo durante el que unas personas han compartido espacio y vida con otras, que es el objetivo. En la plataforma hay 270 personas mayores y 2.000 jóvenes que buscan alojamiento, repartidas en 55 áreas urbanas de Madrid, Barcelona y País Vasco, aunque también estamos entrando en zonas rurales.
¿Cómo emparejáis a los participantes?
Tenemos un cuestionario. Por ejemplo, preguntamos si las especias en la cocina la tienen ordenadas de una determinada manera o no las ordenan. ¿Qué muestra esto? El nivel de orden que le gusta y exige esa persona. Una vez introducimos en el sistema una serie de parámetros sobre los hábitos a la hora de vivir o expectativas de convivencia, este nos ofrece un listado con personas con compatibilidad a partir de un 40 %.
¿Se hace un seguimiento?
Hay un mes de prueba durante el que estamos muy encima, aunque en todo el proceso tienen un servicio de atención para incidencias. Además, hacemos entrevistas por separado e indagamos cómo está cada uno de manera periódica. Hay momento en los que es más intenso. A los seis meses, por ejemplo, porque es el momento en el que empieza a salir el carácter de las personas.
¿Cuál es el impacto?
Antes de empezar la convivencia, siempre analizamos cómo está la persona mayor en soledad y calidad de vida. En los jóvenes nos centramos en la experiencia transformadora y en el ahorro. Por ejemplo, para una persona mayor este programa le permite tener un ingreso extra de 2.900 euros al año. Parece poco, pero para una mujer que cobra una pensión no contributiva de 5.900 euros al año supone aumentar su renta en un 50 %. Este dinero lo dedican a cubrir gastos, pagar facturas, a algo de ocio y a ahorrar. Y lo más importante, tienen una compañía natural. De cara al futuro queremos promover una ley específica que regule este tipo de convivencia y la incentive.
¿Nos tomamos en serio la soledad?
Se habla mucho de soledad, se mide y se trata de detectar, y está muy bien, pero hay que empezar a activar medidas. En Japón están metiendo robots en casas de personas mayores para que no se sientan solas. No creemos en esto. Creemos en lo que teníamos en los pueblos, en las redes de conexión y apoyo entre familiares y vecinos. Queremos fomentar estas conexiones humanas empezando por el alojamiento. Queremos ser la plataforma de homesharing referente en Europa. Otro colectivo con el que estamos trabajando y que sufre la soledad son las madres solteras. Incluso están entrando en la plataforma. Se sienten aisladas y solas. Esto es un problema, pues está demostrado científicamente que por no sentir apoyo se muere antes.
Uno de vuestros objetivos es la promoción de una ley que regule este tipo de situaciones, ¿no?
En Francia se ha hecho una ley específica que establece el modelo de contrato, limita la renta y no cobra impuestos. En estos momentos estamos investigando y contactando con grupos de interés clave.