Eduardo Agosta: «Nuestro comportamiento cotidiano tiene un impacto decisivo en otras zonas del planeta»
El nuevo director del departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española aboga por dar un mayor peso litúrgico a la ecología
¿Cómo ha vivido su reciente nombramiento como nuevo director del departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal?
Con mucha ilusión. Además, me siento honrado y agradecido por esta confianza por parte de los obispos. Traigo mi experiencia, mi conocimiento y mis ganas de colaborar con la Iglesia en España para este tema del cuidado de la creación y de la ecología integral.
¿Qué panorama se ha encontrado en la Iglesia española respecto de este ámbito?
Estamos avanzando. La publicación de la encíclica Laudato si‘ en el año 2015 sentó las bases de este concepto que llamamos conversión ecológica. Si bien es algo que se venía reflexionando desde hacía varios años, ese momento fue un punto de inflexión. A partir de ahí, se empezó a trabajar progresivamente, a diferente ritmo, en distintas Iglesias y comunidades locales. En este sentido, en las diócesis de España estamos en un camino de crecimiento. Obviamente, se puede hacer mucho más hincapié en programas, sobre todo catequéticos, o en la liturgia. La idea sería generar un momento fuerte en el año donde acentuemos todo lo que tiene que ver con la espiritualidad de la ecología integral y con la conversión ecológica. Se trataría de recuperar las convicciones profundas de nuestra fe que nos ayuden, de alguna manera, a salir de un estilo de vida meramente materialista y consumista en el que estamos. Trabajar de forma comunitaria a través de la Palabra de Dios, de la oración, de la celebración, de la reflexión, para darnos cuenta de que otras formas de vida más saludables, ecológicas y sostenibles con la casa común, son posibles.
¿El llamado Tiempo de la Creación no es ya ese «momento fuerte» para la ecología? ¿Se están planteando dar más peso litúrgico a ese periodo?
De hecho, usamos el concepto de Tiempo de la Creación de forma metafórica, asemejándolo a los tiempos litúrgicos. Hay que dejar claro que no lo es, pero podría llegar a serlo. Actualmente, a nivel de Iglesia universal, hay un diálogo ecuménico con otras Iglesias cristianas, en el que se está valorando esta posibilidad. El Dicasterio para la Liturgia del Vaticano está trabajando en esta dirección. Actualmente, el tiempo de la creación empieza el 1 de septiembre, que es la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, y acaba el 4 de octubre con la fiesta de san Francisco de Asís, patrono de la ecología. La idea sería instituir en el calendario litúrgico una fiesta, el día del Misterio de la Creación o el día de Dios creador, que nosotros no la tenemos, pero sí existe, por ejemplo, entre los ortodoxos, y, a partir de ahí, definir este tiempo litúrgico especial para rezar, reflexionar y actuar en el ámbito de la casa común.
¿Cuál es el mensaje de los obispos a la Iglesia española para el Tiempo de la Creación de este año?
Cada año, el Tiempo de la Creación tiene un lema. El de este año es Esperanzar y actuar con la creación. Se trata de una espera activa, con acción, con reflexión, implicándose tanto personal como comunitariamente en el cuidado de la creación. El matiz de los obispos españoles tiene que ver con darse cuenta de que la esperanza cristiana está fundamentada en la dignidad humana. Podemos esperar que habrá cielos nuevos y tierra nueva; podemos tener confianza de que este mundo se va a transformar, que lo podemos preservar y que va a continuar siendo la expresión de Dios; porque es digno del ser humano. La dignidad humana tiene que ver con este llamado a trascender la propia miopía que tenemos frente a nuestra relación con los demás seres y con Dios.
¿Y cómo trascender en nuestro día a día?
Son pequeños gestos cotidianos. Primero hay que abordar nuestra relación diaria con Dios, a través de la oración, y, después, decantarse por el bien mayor y mejor. Y ese bien mayor y mejor pasa, hoy por hoy, por lo que compramos, por lo que consumimos, por cómo nos vestimos. No es indiferente. De hecho, hoy sabemos que nuestros comportamientos y opciones locales en la actualidad tienen un impacto decisivo en otras zonas del planeta.