Indispensables
Sin la aportación de las mujeres o sin su testimonio desde muy diversos frentes, la Iglesia no es Iglesia. El anuncio del Evangelio requiere más que nunca la implicación de todos
Este domingo, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Coincidiendo con esta efeméride, Alfa y Omega entrevista a algunas de las mujeres con mayores responsabilidades en el Vaticano —entre ellas, la subsecretaria de la Sección para las Relaciones con los Estados, Francesca Di Giovanni, y la presidenta del Bambino Gesù, Mariella Enoc—; al tiempo que conversa con Asia Bibi, la cristiana pakistaní que permaneció ocho años en el corredor de la muerte acusada de blasfemia, y con la doctora ugandesa Irene Kyamummi, reciente Premio Harambee a la Promoción de la Mujer Africana.
Este número con un marcado acento femenino, que a buen seguro generará algunos reproches muy diferentes, surge del convencimiento del «indispensable aporte de la mujer en la sociedad», en palabras del Papa Francisco en Evangelii gaudium, y de que su voz debe oírse en la Iglesia.
Como tantas veces ha denunciado el Sucesor de Pedro, la vida de la institución ha estado marcada por el clericalismo. Es justo reconocer que en demasiadas ocasiones las mujeres han quedado relegadas a un papel secundario, que ha habido abusos y que todavía falta presencia femenina en muchas estructuras eclesiales. Pero también es cierto que, conforme han ido ganando protagonismo los laicos en general, también lo han ido haciendo ellas.
Con todo, nos equivocaríamos si redujéramos el debate a los cargos que ocupan o a si deberían acceder a los ministerios ordenados, incurriendo de nuevo en el clericalismo. «Esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable», subraya el Papa en la reciente exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonia.
Lo fundamental es entender que, sin la aportación de las mujeres —que además hoy son mayoría entre los fieles— o sin su testimonio desde muy diversos frentes, la Iglesia no es Iglesia. Porque el anuncio del Evangelio requiere, más que nunca en estos momentos de la historia, la implicación de todos.