Ecumenismo: más que charlas, «acogida diaria» en Cristo
Las religiosas de la Comunidad de Grandchamp (Suiza), muy unidas a la de Taizé, comparten con motivo del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos su experiencia de unidad y reconciliación
Cuando se propuso a las religiosas de la Comunidad de Grandchamp que preparasen los materiales para el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos –que se celebra del 18 al 25 de enero–, eligieron el lema Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia. A las 48 hermanas, de distintas confesiones cristianas y países (incluidos la República Democrática del Congo e Indonesia), les pareció la mejor forma de expresar la experiencia de vida religiosa ecuménica que viven en este pueblo de la Suiza francófona.
Forman parte de «un redescubrimiento dentro de las iglesias protestantes» de la vida monástica, un estado de vida «que ya existía» antes de los cismas, explica a Alfa y Omega la hermana Svenja. Ya en el siglo XIX nació el movimiento de las diaconisas, «que viven una vida de oración en comunidad y trabajan en labores como la enfermería y la educación». Las comunidades nacidas a mediados del siglo XX tienen un corte más contemplativo. Grandchamp en concreto surgió en 1936, cuando tres mujeres de iglesias reformadas se instalaron en este pueblo para atender de forma permanente el lugar donde, unos años antes, habían comenzado a organizar retiros de oración. La llegada en 1944 de Geneviève Micheli, viuda con tres hijos, hizo que surgiera con más fuerza la llamada a la vida comunitaria.
Como en sus iglesias «no había una tradición viva de vida monástica» a la que mirar, buscaron la amistad y el apoyo de «comunidades anglicanas, católicas y ortodoxas». La inquietud ecuménica estaba en ellas incluso desde antes de juntarse, pues varias habían experimentado en su vida que «la división de los cristianos es una herida que debe ser sanada», añade Svenja. Madre Geneviève, por ejemplo, era hija de un católico no practicante y una protestante.
En la posguerra mundial, además, llamaron a su puerta mujeres de países enemigos como por ejemplo Francia, Holanda y Alemania. «Con frecuencia las heridas causadas por la guerra eran mayores» que las confesionales. «Convivir exigía una lucha constante por la reconciliación».
«Parábola de comunión»
Esta realidad, y el contacto con el padre Paul Couturier, sacerdote católico promotor del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, y con la Comunidad de Taizé, hizo que pronto estuviera claro que la búsqueda de la unidad era el centro de su carisma. De hecho, cuando las primeras hermanas hicieron sus votos en 1952, adoptaron la regla escrita por el hermano Roger. De él cogen la dedicación a la acogida y acompañamiento espiritual de personas que (de forma más reducida) acuden a Grandchamp para hacer retiros, y también la idea de establecer pequeñas fraternidades en medio de situaciones de exclusión.
Pero, sobre todo, comparten la idea de vivir su consagración como «una parábola de comunión». «No nos pasamos el tiempo dando charlas sobre ecumenismo», subraya la hermana Svenja. Es más un «ejercicio diario de acogida» mutua entre hermanas de distintas culturas, generaciones, confesiones y personalidades. «Las diferencias son más que evidentes» y tienen su parte de cruz, pero ellas prefieren centrarse en «la experiencia de que nos une algo más profundo; o más bien Alguien: Cristo», en quien «Dios ha reconciliado todas las cosas del cielo y de la tierra». Esta verdad «lo es también a un nivel más amplio, ecuménico». Por ello eligieron como tema para el octavario el pasaje del Evangelio de san Juan que presenta a todos los cristianos como «ramas de la viña, parte de Jesús, que compartimos el suelo, el sol…».
Personas de diferentes confesiones forman un círculo con un cirio encendido en el centro. Se acercan a él a la vez y prenden sus velas. Este gesto incluido por las hermanas de Grandchamp en su propuesta de celebración ecuménica se inspira en un texto de Doroteo de Gaza, monje del siglo VI: «El círculo es el mundo, el centro Dios. En la medida en que los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia el centro, se acercan también unos a otros. Y en la medida en que se acercan unos a otros, se acercan a Dios. Y al contrario».
Ecumenismo y pandemia
En el contexto actual de pandemia, «de vulnerabilidad e incertidumbre, la idea de que todos estamos profundamente unidos es de extrema importancia», apunta la consagrada, convencida de que en un mundo cada vez más complejo «ya no es posible encontrar soluciones separados», mientras que juntos «descubrimos la riqueza, la creatividad y la vida que Dios ha depositado en el otro».
Sin embargo, debido a la misma pandemia, los materiales que prepararon para el Octavario en 2019 no podrán aplicarse tal cual en muchos lugares. En España, en lugar de varios encuentros en templos de distintas confesiones, «bastantes diócesis van a optar por una única celebración» durante el fin de semana del 23 y 24 de enero en la catedral católica, «que es el espacio más grande».
Rafael Vázquez, secretario de la Subcomisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso, cita a Madrid, Valencia, Barcelona, Toledo, Málaga, Vitoria, Castellón, Santiago o Mérida-Badajoz. Estas citas estarán acompañadas de otras virtuales y de reflexiones compartidas por redes sociales. También están intentando que haya más presencia en las parroquias, incorporando esta intención en las Misas. «El reto es sumar» y llegar a gente que otras veces quizá ni haya oído hablar del octavario.