Dos siglos de historia de España en fotografías. Retazos de nuestra memoria
La exposición España contemporánea. Fotografía, pintura y moda, organizada por la Fundación Mapfre, permite recorrer -hasta el próximo día 5 de enero- alguno de los episodios de mayor trascendencia en los últimos 170 años de nuestra historia. La muestra se detiene de forma particular en la vida cotidiana de los españoles que vivieron en unos siglos marcados por la industrialización y por grandes convulsiones políticas y sociales
Abramos por unos instantes una puerta al pasado. Durante la posguerra española, miles de personas se embarcaron rumbo a las Américas para mejorar su fortuna, portando en una sobria maleta de cartón todos sus recuerdos y pertenencias. Se trataba de una difícil decisión, puesto que sabían que el trayecto de vuelta podría demorarse demasiados años. Los suficientes como para no volver a ver a sus seres queridos. Los suficientes como para olvidar el olor de su tierra. El 27 de noviembre de 1957, el buque Juan de Garay partía desde el puerto de La Coruña para llevarse al último contingente de emigrantes que viajaría hasta Argentina. Allí se encontraba el fotógrafo Manuel Ferrol. Cuando la bocina del buque anunció que el adiós ya era irreversible, su cámara capto el momento único en el que un padre junto a su hijo reflejaban en sus rostros el desgarro de la despedida. Algún familiar muy cercano, quizás otro hijo y hermano mayor, partía hacia un destino tan lejano como incierto. El reportaje, encargado por la Comisión católica de emigración, se convirtió en un icono del dolor que en tantas familias españolas supuso la emigración, y paralelamente confirma el papel de la fotografía como detonador de emociones. Toda esta historia cuelga ahora de las paredes de la Fundación Mapfre, a la que hay que felicitar por la especial atención que dedica a la fotografía, y que en esta muestra propone un recorrido por los hechos más relevantes de nuestra historia reciente, destacando los aspectos sociales que marcaron la vida de tantos españoles. El blanco y negro predominante en las instantáneas contrasta con el color de algunas pinturas que ilustran las coincidencias formales entre ambos medios y, a la vez, comparten escenario con la riqueza y variedad de texturas de los vestidos de mujer, también reunidos en la exposición gracias al Museo del Traje de Madrid, cuya evolución queda a la vez perfectamente plasmada en algunas pinturas y fotografías.
Estamos acostumbrados a ver, pero apenas nos fijamos en las imágenes y pequeñas historias que están y ocurren a nuestro alrededor, por lo que esta exposición actúa como espejo de nuestra memoria y, paralelamente, se convierte en testimonio de una forma de vida y costumbres que a veces se nos escapa. Instantáneas como la realizada por Marín en 1913: Concurso de Globos en Madrid, o la imagen de La Plaza Mayor, Burgos, de 1872, retratada por J. Laurent, nos trasladan a un lugar y a una época que podemos revivir gracias a que esos fotógrafos estuvieron antes ahí y supieron mirar de una forma diferente.
Imágenes que cuentan historias
La irrupción de las cámaras Kodak a bajo precio permitió que muchas personas pudieran inmortalizar en cientos de instantáneas su propia forma de ver la vida que les rodeaba. Intelectuales como Salvador Dalí también forman parte de la muestra. Francesc Catalá Roca lo retrató en 1950, en una imagen inusual, saltando a la comba, pero perfectamente trajeado. Este intercambio entre menudencias de la vida cotidiana y acontecimientos trascendentales va configurando el relato de la exposición, que no se olvida del género pictórico, porque a medida que los pintores iban perdiendo su recelo por las fotografías, se dieron cuenta de que los encuadres que conseguía una instantánea, les abría nuevos caminos para desembrazarse del encasillamiento académico. Por este motivo, muchos pintores basaron algunos de sus cuadros en fotografías. Es el caso de José Gutiérrez Solana, quien en 1910 se inspiró en la fotografía Café cantante, realizada por Beauchy para crear un lienzo de idéntico título, en el que retrató a alguno de los personajes de la instantánea. En lo que se refiere a la evolución del traje de este período, la moda se internacionaliza y la figura femenina se simplifica. Como curiosidad, se mantuvieron prendas y accesorios típicos del traje español como la mantilla en los guardarropas femeninos, y las capas en los masculinos. Joaquín Sorolla, en Clotilde con mantilla negra (1919-20), lo confirma. En el retrato de su mujer se atisba que el largo de las faldas va dejando ver el tobillo. En estas pinturas y fotos, los artistas captan algo que los demás no pueden percibir. Negativos de una vida en blanco y negro, tatuada en la piel de muchos españoles con la que podemos reconstruir nuestra historia, y sobre todo intentar que nunca más podamos volver a fotografiar sus errores.