Dos años del atentado en Sri Lanka, ejemplo del «ciclo destructivo» de la persecución
«Continuaremos esta batalla hasta que tengamos una señal clara de que el Gobierno tiene la intención de investigar», ha asegurado el arzobispo de Colombo
La Iglesia en Sri Lanka ha conmemorado este miércoles el segundo aniversario de los terribles atentados del Domingo de Pascua de 2019. El santuario de San Antonio, en el distrito de Kochchikade (Colombo), y la iglesia de San Sebastián en el distrito de Katuwapitiya (Negombo), acogen desde la tarde del martes encuentros de oración y vigilias de adoración por los 270 fallecidos y los más de 500 heridos. Además, se ha decretado el cierre de los colegios católicos y se ha pedido que todo el país guarde dos minutos de silencio a las 8:45 de la mañana.
El Consejo Musulmán de Sri Lanka ha hecho suya esta última invitación. «También pedimos a los musulmanes», ha escrito su vicepresidente, Hilmy Ahamed, «que recen por estos difuntos en el mes sagrado del Ramadán». Por otro lado, ha pedido que se acelere la investigación y se lleve a los verdaderos responsables ante la justicia sin basarse en pruebas infundadas.
También la Iglesia se ha mostrado decepcionada por los logros obtenidos hasta ahora por el Gobierno. Aunque en el último momento ha descartado cumplir su amenaza de convocar a los católicos a salir este miércoles a la calle si no había resultados concluyentes. Ya ocurrió el 7 de marzo, en el bautizado como Domingo Negro. En una rueda de prensa este lunes, que recoge AsiaNews, el cardenal Malcom Ranjith, arzobispo de Colombo, aclaró que no se trataba de un ultimátum en sentido estricto. «Lo único que pretendemos es un plan serio».
El cerebro
Fueron nueve los terroristas suicidas que el 21 de abril de 2019 provocaron seis explosiones casi simultáneas en tres iglesias y otros tantos hoteles. Parece ser que pertenecían al grupo terrorista local National Thawheed Jamaat (NTJ), vinculado al Estado Islámico. Pero al cardenal no le satisfacen los informes entregados por el Gobierno a la Fiscalía General a comienzos de mes.
El 6 de abril de este año, la ministra de Seguridad Pública, Sarath Weerasekera, aseguró públicamente que Naufer Moulavi, un clérigo radical que se encuentra bajo custodia policial, «fue el cerebro» detrás de los ataques. Con la ayuda, añadió según recoge el medio local Wion, de otra persona identificada como Hajjul Akbar. 32 personas han sido acusados de asesinato y conspiración para asesinar, y otros 75 sospechosos se encuentran detenidos.
Un problema de seguridad
El lunes, el arzobispo de Colombo afirmó sin embargo que «las maquinaciones de la política» y los juegos de pactos «ensombrecen los esfuerzos por llevar a los autores de los atentados ante la justicia». Se refería, detalla Economy Next, a cómo el Gobierno había buscado el apoyo de diputados musulmanes para asegurarse la aprobación, en octubre pasado, de una enmienda a la Constitución. Esta reforma, la vigésima, refuerza el poder del presidente.
A pesar de haber renunciado a salir a la calle aún, el cardenal aseguró que «continuaremos esta batalla hasta que tengamos una señal clara de que el Gobierno tiene realmente la intención de investigar y revelar las conclusiones al público». Más que un problema de los cristianos, lo es «del país y de su seguridad».
«Fuerzas internacionales»
Ranjith tuvo que aclarar asimismo unas declaraciones del domingo pasado que aseguró que «no se han entendido». Durante un homenaje a los fallecidos, en el santuario de San Antonio, había afirmado que «nuestros hermanos no fueron atacados por el extremismo religioso» islamista, «sino por un grupo que lo explotó para usar a los atacantes como peones para fortalecer su poder político» y consolidarse. No se refería, matizó al día siguiente, a «fuerzas políticas» nacionales, sino «internacionales».
Los atentados desencadenaron una oleada de críticas contra el Gobierno del entonces presidente Maithirpala Sirisena y del primer ministro Ranil Wickremesinghe. Un equipo de investigación convocado por la Presidencia concluyó que el expresidente y algunos altos cargos de seguridad y defensa eran culpables por haber ignorado estos indicios y recomendó que se emprendieran acciones penales contra ellos. Que se siga esta recomendación es una de las reivindicaciones más frecuentes del cardenal Ranjith.
Un «ciclo destructivo»
Para la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, lo que viene ocurriendo en los últimos años en Sri Lanka es un ejemplo de cómo «las principales amenazas a la libertad religiosa en Asia continental no solo son peligrosas en sí mismas». Así lo afirma en el resumen ejecutivo de su informe Libertad religiosa en el mundo 2021, presentado este martes. Además, «se alimentan mutuamente en un ciclo destructivo». Se refiere, en este caso, a la confluencia del extremismo islamista y del nacionalismo etno-religioso.
Esta tendencia, al alza en Asia, vincula la identidad nacional a una pertenencia étnica y religiosa. En el caso de Sri Lanka, el budismo. Así, «el constante aumento del discurso y la violencia antimusulmana por parte de extremistas budistas de Sri Lanka desde el final de la guerra civil en 2009» pudo influir en la radicalización de los terroristas. A su vez, «el propio ataque terrorista islamista desempeñó un importantepapel en el impulso del nacionalismo budista extremista». Esto favoreció las victorias electorales masivas de los nacionalistas budistas cingaleses de finales de 2019 y mediados de 2020.
A la vista de lo ocurrido, concluyen los autores, «es probableque este círculo vicioso se vuelva más cruel en los próximos años». Esto puede acarrear «graves consecuencias para la libertad religiosa».