Dorothy Day: de anarquista, a Sierva de Dios - Alfa y Omega

Dorothy Day: de anarquista, a Sierva de Dios

Javier Alonso Sandoica

Es el tercer personaje que me queda suelto de los tres citados por Benedicto XVI en su última Audiencia pública como Pontífice. De los otros dos, ya he dado cumplida cuenta, en estas mismas páginas: Etty Hillesum y Pavel Florensky. Les puso como ejemplo de conversión en el cogollo de la sociedad secular moderna, tras una profunda e infatigable prospección espiritual. Reconozcamos que es un trío de desconocidos que buscan programador para ponerlos en circulación.

La biografía de Dorothy Day, de la que ahora me ocupo, es posiblemente la más sorprendente. Nace en los Estados Unidos de finales del XIX, trufada del gran mosaico de opciones cristianas: confesiones presbiteriana, baptista, episcopaliana, etc. A ella le empuja siempre una necesidad de respuesta trascendente verdadera, que sirva para empujar lo cotidiano hacia lo alto. Dios le fue poniendo de por medio sacerdotes y amigos católicos, y ella fue entrando más a fondo en la espesura de los sacramentos. De joven leyó mucho, a Jack London, Dostoyevski y Upton Sinclair, aquellos que en sus páginas hablaban de los desvalidos que apenas gozaban de atención o recursos. Su formación periodística le hace moverse en varios medios impresos, haciendo crónicas de huelgas de la industria textil, injusticias laborales, trabajadores negros explotados, mujeres y niños extenuados en la industria. El dolor de la injusticia le pone el alma en vilo. No comprende el alma burguesa del cristiano que vive su culto de forma independiente de la línea de la vida. Se enamoró de un idealista del que tuvo una niña. Fue esa pequeña quien la obligó a definir su vida, y acabó recibiendo el Bautismo en la Iglesia católica. Ella, que había simpatizado con los movimientos obreros filo-marxistas, empieza desplegar, de forma natural, la doctrina social de la Iglesia, sin consigna panfletaria. Para ella, por cierto, el trabajo acerca profundamente a Dios, un asunto de rotunda actualidad. Si Dios es nuestro creador y nos hizo a su imagen y semejanza, también nosotros participamos de esa creación. El gozo de la creatividad debería ser nuestro. Y eso se nota en que, al final del trabajo, nos sobreviene una fatiga física, no nerviosa: es el gozo del descanso después del trabajo. Funda el periódico The Catholic Worker. En estos momento es Sierva de Dios y los newyorkers peregrinan a las iglesias donde ella iba a Misa a diario y se confesaba. Se recomienda vivamente la lectura de su autobiografía, La larga soledad. Es la mejor manera de empezar con ella, casi… saludándola.