«Donde hay demasiado yo, hay poco Dios» - Alfa y Omega

«Donde hay demasiado yo, hay poco Dios»

Francisco ha deseado «unidad y paz para Italia» con el gobierno de Giorgia Meloni. También ha pedido que se ponga fin a la violencia en Ucrania y en la olvidada Etiopía

Ángeles Conde Mir
Foto: Vatican Media.

El Papa ha contado con invitados para el rezo del ángelus. Dos jóvenes portugueses le han acompañado al concluir la oración mariana porque este domingo, 23 de octubre, se han abierto las inscripciones para participar en la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Los muchachos llevaban un tablet y han ayudado a Francisco a apuntarse al evento como si fuera un peregrino más. «Queridos jóvenes, os invito a inscribiros en este encuentro en el que, tras un largo periodo de lejanía, rencontraremos la alegría del abrazo fraterno entre los pueblos y las generaciones del que tenemos tanta necesidad», ha dicho el Santo Padre.

Tras la oración del ángelus, ha hecho distintos llamamientos. En primer lugar, ha recordado que este domingo se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, una ocasión «para sostener a los misioneros con la oración y la solidaridad concreta». Asimismo, ha recordado que este sábado en Madrid fueron beatificados 12 redentoristas mártires de la persecución religiosa en España en los años 30. Hablando de violencia, ha expresado su angustia por la guerra en el Tigray etíope y el recrudecimiento de un conflicto que parece borrado del mapa. Y un domingo más, ha pedido paz para Ucrania. El próximo martes, en el Coliseo, participará en una oración con otros líderes religiosos por la paz en el mundo y Ucrania estará en el centro de las plegarias. Francisco también ha expresado su preocupación por las inundaciones que asolan varias regiones en África. Solo en Nigeria han provocado centenares de muertos y más de dos millones de desplazados internos. Por último, ha hecho una breve alusión al cambio de gobierno en Italia. Este domingo Giorgia Meloni, la nueva primera ministra italiana, ha recibido el relevo de poder de manos de Mario Draghi en un acto protocolario llamado «la ceremonia della campanella». «Hoy, al comienzo de un nuevo gobierno, recemos por la unidad y la paz en Italia», se ha limitado a decir Francisco.

Cuidado con el orgullo espiritual

En su alocución previa al rezo mariano, el Papa se refirió a la parábola del fariseo y el publicano. A partir de ella ha recordado que en las Escrituras muestran a muchos protagonistas de la Biblia que ascienden montañas para buscar a Dios. Se trata de un gesto que expresa «la necesidad del corazón de desprenderse de una vida plana para encontrarse con el Señor; de levantarse de las llanuras de nuestro ego para ascender hacia Dios; de recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor».

Francisco ha explicado que para poder «elevarnos a Dios» es también necesario «descender dentro de nosotros mismos para mirar con honestidad nuestras fragilidades y nuestra pobreza»: «En la humildad nos hacemos capaces de presentar a Dios, sin fingir, lo que somos, las limitaciones y las heridas, los pecados y las miserias que pesan en nuestro corazón, y de invocar su misericordia para que nos cure y nos levante». Porque descender en humildad, como hizo el publicano, «más nos eleva Dios», ha destacado el Santo Padre que además ha advertido del peligro del orgullo espiritual que es la actitud del fariseo que «te lleva a creerte bueno y a juzgar a los demás. Y así, sin darte cuenta, adoras a tu propio yo y borras a tu Dios».

El Papa ha invitado a que cada uno examine su propio corazón e identifique si en nosotros existe «la presunción interior de ser justos que nos lleva a despreciar a los demás». Para ello, ha ofrecido algunas pistas que pueden ayudar: «Ocurre, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y enumeramos siempre nuestros méritos y buenas obras, cuando nos preocupamos por aparentar en lugar de ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo».

Por eso, Francisco ha prevenido contra este narcisismo basado en la vanagloria que puede afectar a todos en la Iglesia, también a los sacerdotes y a los obispos. «Donde hay demasiado yo, hay poco Dios», ha concluido.