Don Manuel, ¿sufridor o hipócrita? - Alfa y Omega

Don Manuel, ¿sufridor o hipócrita?

Maica Rivera

San Manuel Bueno, mártir es la obra maestra de la narrativa unamuniana. Se trata de las memorias que Ángela Carballino escribe cuando su querida aldea, Valverde de Lucerna, promueve la beatificación del que fuera su más famoso párroco, don Manuel. A modo de confesión, ella recordará con afecto las estrechas vivencias junto a él y la honda impronta que dejó en los corazones de todos. También describirá la relación especial que su carismático director espiritual mantuvo con Blasillo el bobo, «un pobre idiota de nacimiento» cuyo único rescoldo de inteligencia «se le encendía en imitar, como un pobre mono, a su don Manuel»; y con su hermano, Lázaro Carballino, que, retornado de las Américas, se convirtió a la fe, a ojos de todos, gracias al acompañamiento de don Manuel.

«¡Cómo quería a los suyos!», rememora Ángela. «Su vida era arreglar matrimonios desavenidos, reducir a sus padres hijos indómitos o reducir los padres a sus hijos, y, sobre todo, consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir». Pero el drama transcurría de puertas para adentro de la sacristía. Sabremos que don Manuel era hiperactivo porque huía de la soledad y de todo ejercicio contemplativo en el afán de esquivar las profundas dudas de fe que le perseguían y de las que, sin embargo, protegía a la población con objeto de preservar la felicidad de los demás. Muy representativo es el pasaje en el que, rezando el credo en el templo, enmudece discretamente la suya entre las demás voces al llegar al recitado de las líneas relativas a creer en la Resurrección y la vida eterna.

A partir de ciertas claves, la lectura es apasionante. Hay todo un juego de antagonistas, paradojas unamunianas, opuestos en colisión y simbolismos, casi tan sugerente como el abanico de interpretaciones de la historia. Empecemos. Valverde de Lucerna es un topónimo con connotaciones de esperanza luminosa, pero, en contraposición, pertenece a la diócesis de Renada, término que aboca al nihilismo a partir de la segunda sílaba. Este territorio se nos presenta como un broche entre una montaña, símbolo de la fe, y un lago, símbolo de la duda, donde esta se refleja. La nieve, también asociada a la fe, es fuerte en la montaña, pero se deshace sobre el lago. Ahí es nada. Por si fuera poco, si el nombre del protagonista (en hebreo «Dios está con nosotros»), dado su conflicto íntimo, no fuera suficiente, qué decir de la ironía tras el nombre de Lázaro, teniendo en cuenta que este, sabedor del ateísmo del sacerdote, se suma a su causa (o farsa) y, verdaderamente, no llega a despertar a una nueva vida católica: solo la finge. Para remate, el nombre de Ángela nos da pista, esta vez sin crueldades, de la naturaleza bondadosa y mensajera de la narradora.

Celebramos esta edición, basada en la versión que Espasa Calpe reeditó en 1933, con introducción del propio Miguel de Unamuno, por los textos que incorpora de José Jiménez Lozano, de cuyo fallecimiento acaba de cumplirse el año. Se trata del prólogo y de la conferencia con motivo de su nombramiento como doctor honoris causa en la Universidad Francisco de Vitoria. Lo revelador es observar cómo Jiménez Lozano, con los años, pasó de admirar esta novela corta por reflejar, a su juicio, con tino, un drama de fe, a la certeza de que la obra no sostiene ningún conflicto espiritual ni agonía religiosa.

La segunda percepción colocaría a don Manuel en esa falsa predicación de cristiandad acomodada al mundo de la que habló con sarcasmo Kierkegaard. Mientras que la primera valoración positiva del personaje nos haría concluir que la razón y la fe se abrazan al final (don Manuel muere de la mano de Blasillo el bobo), al pie del altar.

San Manuel Bueno, mártir
Autor:

Miguel de Unamuno

Editorial:

Encuentro

Año de publicación:

2021

Páginas:

122

Precio:

15 €