Don Fernando Vidal, sociólogo: «No sólo no sobra Iglesia, sino que falta más Iglesia»
La única vía de superación pacífica del anticristianismo es la apertura al diálogo y ofrecer la fe como un elemento positivo y constructivo del bien común. Así lo manifiesta don Fernando Vidal, profesor de Sociología en la Universidad Pontificia Comillas
¿Por qué la izquierda saca, de vez en cuando, el fantasma anticlerical?
El anticlericalismo es un ciclón perverso de la cultura política española en el que se entrampan estérilmente algunos sectores. Es un ciclón cuya inercia procede de la gran división de 1936 y la posterior dictadura. Esa división del año 36 se originó por el paradigma marxista de extirpación de la religión de toda la sociedad, y también por el excesivo alineamiento entre algunos sectores del catolicismo y la derecha política. Esa gran división creó las más radicales y sectarias identidades de toda la historia de España. Los sectores intermedios no han sido capaces de crear un campo simbólico de tanto magnetismo.
¿Este fenómeno tiene tanto apoyo social como parece?
Sólo hay un 9 % de laicistas en España, aunque parezcan ser la mitad del país. La izquierda pone el anticlericalismo al frente de su agenda cuando necesita reforzar y singularizar su identidad pública. Pero el ciclón anticlerical no es sólo autoproducido por la izquierda, sino que, a veces, es avivado por algunos sectores católicos que no respetan suficientemente el pluralismo político. Este renovado ciclo de anticlericalismo que padece España ha sido, en parte, provocado por una percepción de que se ha usado a la Iglesia al servicio de intereses partidarios. Lo cierto es que este anticlericalismo es una excepción en la cultura política de la izquierda en el mundo. El problema es que no existen suficientes canales institucionales —ni siquiera informales— para el diálogo entre el ámbito religioso y los ámbitos políticos de izquierda. Sí existen con la derecha política.
¿Cómo se puede superar el anticlericalismo de la izquierda?
Se necesita, en primer lugar, a corto plazo, que la Iglesia mantenga una pastoral de la vida pública en la que sea públicamente perceptible su ecuanimidad y su pluralismo. En segundo lugar, a medio plazo, la comunidad eclesial necesita más y mejores canales con los que dialogar, no sólo con dirigentes, sino con la tradición de izquierdas; hoy, no existe un tejido institucional intermedio con la comunidad católica que permita deliberar y filtrar las derivas anticlericales. En tercer lugar, a largo plazo, es necesario un cambio cualitativo en la cultura política de la izquierda española, para que sea más plural y asuma una laicidad inclusiva que permita la participación real de toda la gente. Finalmente, creo que hace falta visibilizar públicamente que cristianos de todas las tradiciones políticas somos capaces de servir juntos a la sociedad y reconocer que hay algo que trasciende las ideologías, nuestras propias posiciones y las diferencias: el discernimiento político desde la mirada de Jesús de Nazaret. Sería bueno promover foros de pastoral política auténticamente plurales. Hasta ahora no han existido.

¿Qué se puede esperar de la izquierda ahora?
Se debe esperar mucho de la izquierda, pues es una gran tradición política con una responsabilidad. Las propuestas más prometedoras de la izquierda siguen partiendo de los principios de equidad. Pero parece que la izquierda sufre un dilema: hay una izquierda socialdemócrata que pone el acento en la primacía del Estado —todos iguales ante el Estado—; y hay otra izquierda comunitarista que le da primacía al empoderamiento de las personas y la construcción de una sociedad civil en la que toda la ciudadanía cuente con cauces de expresión y emprendimiento —todos igual de únicos—.
Sinceramente, creo que el estatalismo es una vía que entraña mayores problemas de los que soluciona. En cuanto a la vía comunitarista, la izquierda tiene algunos retos que asumir para poder hacer un uso integral de la democracia participativa: la familia como pilar de la sociedad civil, la necesaria coherencia moral entre vida personal y vida pública, el valor absoluto de la dignidad humana, la crucialidad de la interioridad y la apertura a la trascendencia.
¿Se pueden repetir los episodios anticlericales de los años 30?
No creo, pero no debemos poner el objetivo en una estrategia de defensa frente a hipotéticas hostilidades. El foco de la Iglesia en la sociedad española debe centrarse en servir. ¿Está la Iglesia preparada para hacer un servicio que facilite el diálogo en el seno de la sociedad española? Si pone el foco en el servir, entonces no debe temer. La Iglesia en España no está llamada a servir a su propia defensa, sino a servir a la paz. Y entonces el dolor y superación de las hostilidades que sufra la Iglesia no multiplicará la acritud, sino podrá incluso ser un camino para un servicio mayor a la paz. La Iglesia española necesita liderazgos espirituales que transformen los miedos en confianza, servicio y luz.
Lo importante en política es si somos auténticamente religiosos. ¿Es lo que decimos o proponemos auténticamente religioso, espiritual, evangélico? Si cristianos, de una u otra tradición ideológica, ponemos nuestra mirada en discernir espiritual y eclesialmente, entonces ahí es donde todo se convierte en servicio a la paz. En España, sobra anticlericalismo y falta el papel mediador, pacificador y profético de la Iglesia. En España no sólo no sobra Iglesia, sino que falta más Iglesia.