«Dios y naturaleza no compiten»
Stephen Barr, experto en física de partículas y presidente de la Sociedad de Científicos Católicos, ha participado en el congreso en el que se ha dado el pistoletazo de salida a la sección española
Cuando era estudiante, el físico Stephen Barr no conocía a «ningún profesor ni científico famoso que fuera creyente». Años después, pasaron dos décadas hasta que un compañero de departamento en la Universidad de Delaware y él descubrieron que ambos eran católicos practicantes. «Muchos creyentes en el mundo científico y académico son tímidos sobre su fe» y, como consecuencia, «piensan que están solos». Les impulsa el miedo a unos prejuicios que quizá perciben de forma un poco exagerada. Lo más frecuente es la indiferencia o el desdén implícito. Eso sí, aunque los abiertamente hostiles «solo sean un 1 %, pueden ser peligrosos para su carrera».
Esta experiencia de aislamiento le movió a impulsar en 2016, junto a otros cinco científicos estadounidenses, la Sociedad de Científicos Católicos (SCS por sus siglas en inglés). La semana pasada, Barr participó en la constitución oficial de la sección española y en su primer congreso, en el Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra.
La sociedad pretende fomentar «la comunión intelectual y espiritual» entre sus 1.600 miembros, y «dar testimonio público de la armonía entre fe y ciencia». Tienen secciones locales en algunas universidades —como Harvard o el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)—, organizan actividades con jóvenes y congresos, y producen artículos de calidad y a la vez accesibles.
Según este experto en física de partículas, para la entidad son de especial interés temas como el origen —y fin— del universo y del hombre; la vida extraterrestre; la pregunta sobre «si la mente humana es más que un ordenador muy sofisticado», su relación con el libre albedrío o si la psicología puede explicar la religión, y la inteligencia artificial.
Un conflicto para los jóvenes
Aunque sin tantos problemas como entre algunos protestantes, «a muchos católicos todavía les preocupa que exista o pueda existir un conflicto» entre ciencia y fe. De hecho, según un estudio del Instituto de Investigación Pew, de Estados Unidos, y otros, es «la principal razón de que los jóvenes dejen la Iglesia». Esta percepción también «está muy extendida entre los no creyentes».
Las razones son múltiples. Una es la confusión entre ciencia y «materialismo científico», la idea de que «la materia es la única realidad». Otra, una «concepción distorsionada de la historia», como si el caso Galileo fuera «típico». Además, existen «concepciones equivocadas sobre lo que realmente enseña la religión». Por ejemplo, muchos creyentes «piensan que Dios y naturaleza están en competición» y que si se demuestra que algo tiene «una explicación natural, Dios no está implicado». Una idea no católica.
En su último congreso anual, la SCS abordó la cuestión ambiental con la encíclica Laudato si como referencia. Varios científicos explicaron cada uno de sus temas, y cómo resolverlos. Barr pide evitar «caricaturas simplistas» sobre el cambio climático. «Generalmente se entiende que la acción humana tiene efectos sobre el clima que se deben estudiar y por los que es importante preocuparse».
Tampoco se suele entender bien el alcance exacto de los hallazgos científicos. Sobre todo después de la teoría de la relatividad de Einstein, «nos han entrenado para pensar que las revoluciones científicas han minado nuestras creencias fundamentales, y que todo lo que nos parece obvio va a ser desbancado por algún gran descubrimiento».
Barr asegura que no es así. De hecho, puede ocurrir al revés. En el siglo XX, hubo varios que más bien «acercaron la visión del cosmos a la concepción religiosa». Por ejemplo, «en los siglos XVIII y XIX la física parecía implicar una visión determinista del mundo», según la cual sus leyes dictaban todo. Era difícil hablar de libre albedrío. La física cuántica acabó con esta visión. Lo mismo ocurrió con la teoría del Big Bang, del sacerdote belga Georges Lemaître, que desbancó la hipótesis de que el universo no tuvo comienzo. O con las «coincidencias antrópicas», que apuntan a que «parece en gran medida que las leyes de la física y la estructura del universo conducen a la existencia de vida».
Ya jubilado, en los años 1980 Barr fue el coautor de uno de los modelos más debatidos para unificar en una sola formulación las fuerzas electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil. También trató de explicar por qué existe más materia que antimateria. «Muchas cosas divertidas», bromea. «No diría que ha fortalecido mi fe», pero «me impresionó mucho» constatar cómo «la estructura del universo físico» se puede describir con «sofisticadas e intrincadas leyes matemáticas». Colegas ateos comparten este asombro. Pero le resulta «difícil que alguien no pueda ni sospechar que reflejan una mente muy profunda».
Hacia Hispanoamérica
Con miembros en 55 países, el presidente de la SCS ve necesaria la creación de secciones nacionales como la de España. «Formando parte de una Iglesia católica, global, es importante compartir» recursos. «Las cuestiones que surgen en alguna región llegarán en algún momento a otras». En la misma línea, Javier Sánchez Cañizares, del Instituto Cultura y Sociedad y organizador del congreso, explica que la nueva sección nace para ofrecer a los científicos católicos españoles encuentros más localizados y la «oportunidad de aprender de otros miembros de la Iglesia en el mundo».
Una de sus prioridades es ofrecer materiales sobre ciencia y fe a los centros de educación católica. También contemplan que sirva para facilitar la difusión de la SCS en Hispanoamérica. «Muchos científicos de allí han mostrado interés», y «pensamos que puede ser un catalizador» para otras secciones.