«Hay poetas que creen en Dios pero que todavía no han salido del armario», ríe al otro lado del teléfono el malagueño Jesús Cotta, que acaba de publicar el poemario Digno del barro y de ganar el último premio internacional de poesía Oliver Belmás con Gorriones de acera, a punto de salir a la venta.
«Lo fácil es intentar guardar las apariencias para intentar llegar a más gente, pero para eso yo no escribo poemas», añade, pues «Dios y la poesía siempre se han llevado bien. Yo pongo la palabra “Dios” porque es bella, poderosa y misteriosa. Dios se me cuela entre los versos sin que lo pueda evitar».
A la hora de explicar su último libro, Cotta señala que «el barro es paradigma de lo vil, de lo que no vale. Nosotros somos barro, algo frágil, que se pisa. No somos diosecillos, sino mortales. Pero, por otra parte, Dios nos ha formado con ese barro y ha dejado en nosotros sus huelas dactilares, y debemos ser conscientes de esa grandeza».
Jesús Cotta
Renacimiento
2021
72
9,41 €
Para el malagueño, «es difícil ser poeta y ser materialista. La poesía es el empeño de nombrar lo inefable, y Dios es el inefable por excelencia. Cuando el poeta ve la realidad sabe que hay más de lo que hay en apariencia. Las cosas son maravillosas, pero tienen un velo. Solo al quitar ese velo puedes percibir la fuente divina que vibra en cada cosa, con un brillo único».
Eso es así «también en lo más carnal», porque «Dios también está ahí. La dimensión erótica es un toque de Dios en la carne. Si Él no está, se convierte en algo feo. La sexualidad es lo más alto que puede hacer el cuerpo para acercarse a Dios, del que proviene todo».
Desde que se enamoró de Bécquer a los 12 años, Cotta vive un idilio con la rima, aunque no publicó su primer poema hasta 23 años después. Hoy compagina su labor literaria con su trabajo como profesor de Latín y Griego en el Instituto de Enseñanza Secundaria Murillo, el más antiguo de Sevilla. Para sus alumnos ha creado el canal de YouTube Magister Calvus, en el que enseña algunas claves para hacer poesía. «Homero es mi mayor referente, vivo de él espiritual y materialmente también –reconoce entre risas–. Y Lorca es grandioso, tiene una fuerza y un vigor impresionantes, y no pierde nunca el sentido de la trascendencia».
El asombro de Adán
Debió escaparse no sé qué centella
de tu dedo al forjarme el espinazo
y un poco más de Ti cuando tu brazo
la modeló de mí la noche aquella.
¿Qué secreto y qué luz pusiste en ella
que me olvido de Ti cuando la abrazo?
¿Qué flores del Edén en su regazo?
¿Qué corzas y qué bálsamo y qué estrella?
¿Qué ánfora de vino deleitoso,
qué derroche fluvial, qué especia extraña
vertiste generoso y a raudales?
Ni siquiera en Caná, cuando dichoso
me emborraché contigo, ni en Betania,
me diste tantos árboles frutales.
(De A merced de los pájaros, Siltolá 2009)
Vía personal
Porque el azar no explica a Rita Hayworth,
porque mira esa flor en la colina,
porque, si no, a quién daré las gracias,
porque también existes tú, mi vida,
porque no he muerto treinta y tres mil veces,
porque tengo una sed que es infinita,
porque apuntan a Él todos los árboles,
los zigurats, los ríos y las vidas.
Que sí, que existe Dios.
Me lo dijo mi padre en su agonía.
(de Menos la luna y yo, Siltolá 2013)
Lluvia
Hoy te he visto lloviendo en la montaña
con tal gozo de esposo enamorado,
que ella no olvidará lo que le has dado
aunque lo siegue todo la guadaña.
Luego te vi reír en la mañana
con tanta copa de árbol diluviado,
que siempre habrá más gracia que pecado
cuando lo llore todo la campana.
La tierra te celebra como esposo
cuando nupcial te escancias y te ríes
con tal vigor que todo se conmueve.
¿Cómo se te ocurrió ser tan lluvioso?
¿Y cómo es que consientes que te espíe
cuando desciendes a la tierra y llueves?
(De Digno del barro, Renacimiento 2021)
Cuando mi madre me acompañó a la Facultad
Cuando fui con muletas al examen final,
me acompañó mi madre para llevar mis libros.
Conoció a don Aurelio, que le besó la mano.
Recorrió los pasillos, le enseñé el Aula Magna,
la saludaron bustos de Platón y Averroes.
Amigos que teníais melena por entonces
y fumabais Ducados, saludad a la Reina
del Hinojo, el Tomillo, el Olivo, el Almendro,
que aprendió la cartilla guardando su rebaño
y ha venido de incógnito a besaros las novias
y a encomiar vuestras tesis por su Summa cum laude.
Aún hoy, mamá, te veo sonriente de mi brazo,
orgullosa de mí, insegura y contenta
del elogio que me hizo mi profesor de Griego.
Aún vas a mi lado por aquellos pasillos,
besos de catedráticos brillándote en las manos,
con Homero y Platón saliendo a recibirte,
tu hijo cojo diciendo que es hijo de la Reina.
(De Digno del barro, Renacimiento 2021)
Las peripecias de la Gran Capitana
Señora de Kazán, que, escapando de Lenin
en los brazos de un húsar, te perdiste en la tundra,
hasta que un caballero te salvó en la subasta.
Virgen negra de Czestochowa, con cicatrices
de una herética espada, que posaste ante Lucas,
y libraste a Polonia del horror de la Peste.
Niña de Guadalupe, flor de Tenochtitlán,
que pisaste a los dioses que devoraban niños
y en la túnica luces el galón de un obús.
Reina de las Marismas, mugida por cien bueyes,
que a los cielos arrojas desde bravos romeros
nuestras avemarías con la fuerza de un géiser.
Mi patrona querida, donación de la Reina,
que, a la vez que en la ermita destrozaban tu réplica,
te embarcabas a América, dentro de un maletín.
Macarena al acecho del cóctel Molotov,
que te hiciste pasar por enferma en la cama
y por muerta en el féretro de Joselito el Gallo.
Panagía de Iver, odio del iconoclasta,
Madre de Velankanni, que salvaste a los náufragos,
Pietá herida por tu hijo Laszlo Toth con martillo,
Estrella la Valiente desafiando a las balas,
Pilarica entrañable, que desactivas bombas
y al cojo de Calanda le pusiste una pierna.
Esperanza quemada por Calvino mil veces,
arrancada con saña de los nobles retablos,
mientras sucio bailaba Lucifer en la hoguera.
Oh madrina del cosmos, capitana del barco
que rescata rameras de las garras del chulo
con tu límpido ejército de niños no nacidos,
Notre Dame de los coptos, sobre la Media Luna,
que te muestras en sueños a muchachas con velo
y el sol mueves en Fátima, lloras sangre en Akita,
y al poseso liberas con un beso en la frente;
te desgranan las manos de muy recios soldados
y altos crecen tus lirios en las fosas comunes.
Odiseo y Gagarin con Elcano y Simbad,
Ben Battuta y Cortés, Marco Polo y Neil Armstrong
sobre los altos montes te rezan el Akáthistos,
oh Madonna, oh Tonantzin, oh Galactotrophousa,
lo que queda de pie después del huracán,
la que ampara al gorrión que cayó de su nido,
y juglares y mártires versifican tus glorias
en un libro miniado de galaxias y arcángeles,
donde siempre desarmas al ángel vengador,
donde siempre eres lo último que pronuncio al morirme.
(De Gorriones de acera, Pre-textos 2022)
Habla de Ti el silencio
Para ser opio, Dios,
me tienes bien despierto
con gorriones de acera
cantando salmos nuevos,
con borrachos que piden
bocadillos y euros,
con el Nilo que insiste
en cruzar el desierto.
Las pestañas de un niño
apuntan a tus dedos
y el ciprés se separa
cada vez más del suelo.
Las mareas esconden
tus lunas y mis miedos
y en el vuelo de un grajo
me has inspirado un verso.
Tú siempre tan callado,
hablando en el silencio.