En el tiempo de Adviento que comenzamos se nos invita a los creyentes a tomar conciencia de que Dios viene y se interesa por nosotros. Qué bueno es siempre este recordatorio, pero quizá hoy aún más, en esta pandemia. Es fundamental recordar que Dios viene hoy y ahora, que no es un Dios ausente de la vida de los hombres, que no es un Dios lejano y desinteresado por nuestra vida y por lo que acontece en nuestra historia concreta. Dios viene a darnos su amor y su luz, su entrega y su fidelidad, su cuidado y su salud; viene porque desea liberarnos del mal y de la muerte, apartar de nosotros todo aquello que impide el que no tengamos la felicidad verdadera… Dios viene a salvarnos.
¿Estamos dispuestos a acoger al Salvador? La venida del Señor por la encarnación en María es singular y hemos de saber contemplarla, así como la última venida al final de los tiempos. El Señor llama a la puerta de nuestro corazón para hacernos esta pregunta: ¿estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo y tu vida? Es la misma voz del Señor que quiere entrar en la historia de los hombres a través de cada uno de nosotros, en el lugar concreto en el que estamos y vivimos. En este Adviento nos vuelve a preguntar: ¿me dejas entrar en tu vida?, ¿me dejas llegar al corazón de todos los que encuentres? Para hacerlo y construir un mundo más fraterno, acoge la Palabra de Dios que se proclama los domingos de este Adviento:
1. Vive con tres actitudes que se nos ofrecen como imperativos: atentos, vigilantes y despiertos (Mc 13, 33-37). «Porque no sabéis cuándo es el momento». En el discurso dirigido a Pedro, Santiago, Juan y Andrés, que fueron testigos de la proclamación del Reino, se nos señalan estas tres actitudes que nos invitan a salir al encuentro del Señor. El Señor desea y quiere que ayudemos a toda la humanidad a salir a este encuentro. ¿Cómo? Atentos, vigilando y velando. Y aunque parezcan verbos semejantes, cada uno de ellos aporta un matiz diferente: se trata de percibir lo que se asoma, no conformarse con mirar lo inmediato, lo próximo, sino que hay que divisar lo que hay más allá del horizonte. Hay que ver no solamente lo que estamos viviendo, sino por qué lo estamos viviendo y qué nos quiere decir el Señor.
2. Atrévete a conocer a Jesús (Mc 1, 1-18). ¡Qué sugerente es el inicio del Evangelio de Marcos! Todo lo que se nos va a decir en esta parte del Evangelio es para que nos atrevamos a conocer más y más y mejor a Jesús. ¡Qué bueno es poder comunicar a todos los hombres esto! La noticia que trae Jesús es una noticia alegre, liberadora y salvadora para este mundo sediento de justicia, dignidad y verdad. También de salud en estos momentos. Es Juan Bautista el que hace la presentación inicial; él es su mensajero. Se nos dice qué hace Juan y el modo de vida que tiene, para después decirnos que quien viene detrás es mucho más importante que él. Cuando descubrimos a Jesús nos pasa como a los primeros discípulos, Simón, Andrés, Santiago y Juan, que «inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron».
3. En la identidad de Jesús descubre tu propia identidad y entra en escena en esta tierra con su vida (Jn 1, 6-8. 19-28). A Juan Bautista se le pregunta sobre su identidad, «¿qué dices de ti mismo?», y responde definiéndose como la voz que grita en el desierto e invita a allanar el camino del Señor. Pero ante la insistencia muestra la identidad de quien viene detrás de él, poniendo en tela de juicio su actividad bautismal, pues él es el que grita en el desierto e invita a allanar el camino del Señor. Qué hondura tiene ver a Juan Bautista abriendo el camino, la entrada, la puerta a Jesús, que va a entrar en la escena del mundo y a hacerlo todo nuevo.
4. Contempla y aprende junto a María a vivir la misión que el Señor te regala (Lc 1, 26-38). Contempla la mirada de Dios sobre un ser humano excepcional, María. Descubre la hondura que tiene cómo, a través de Ella, Dios toma decisiones sobre el futuro. Ve en este anuncio cómo Dios le confía a nuestra Madre una misión única. Va a ser Madre a través de tres acciones: concebirás en tu seno, darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús. Y Ella toma la decisión de declararse sierva del Señor. Ve en este anuncio del mensajero de Dios la reacción de temor de la destinataria, las intenciones de Dios, las objeciones de María, el signo del poder de Dios que da seguridad a la persona. María, con un futuro desconcertante, se sitúa en el dinamismo de la gracia: sobrecogida, sorprendida, maravillada, confiada… Va a ser Madre de Dios.
El Adviento es un tiempo para reavivar la esperanza, reavivar el espíritu y el gozo interior. Qué bueno es recordar y hacer vida lo que nos dice el salmo 130: «Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela a la aurora». Sí, la esperanza que está unida al conocimiento del rostro de Dios, el que Jesús nos revela con su encarnación, con su vida terrena y con su predicación, pero sobre todo con su Muerte y Resurrección. Conoced al Señor más en este Adviento; necesitamos abandonar la tristeza y el desaliento, alegremos el corazón porque el Señor está cerca. Dios nos visita, está aquí. No se retiró del mundo, no nos dejó solos; hemos podido verlo y tocarlo.