Devuelve a la vida el reloj que su bisabuelo instaló en el Buen Pastor - Alfa y Omega

Devuelve a la vida el reloj que su bisabuelo instaló en el Buen Pastor

Tras 45 años apagado, Xabier Álvarez Yeregui ha hecho funcionar el mecanismo que marcaba la hora en la icónica catedral de la capital guipuzcoana. Volverá a su lugar original al concluir la reforma del templo

Ibon Pérez
Xabier Álvarez trabaja en la puesta a punto del reloj, instalado temporalmente en la capilla bautismal
Xabier Álvarez trabaja en la puesta a punto del reloj, instalado temporalmente en la capilla bautismal. Foto cedida por Xabier Álvarez.

El tic-toc del reloj mecánico de la catedral del Buen Pastor de San Sebastián dejó de sonar hace 45 años (que se dice pronto) en lo alto de su torre, la misma que contempla ahora una octogenaria sentada en un banco con vistas privilegiadas al edificio de acusada verticalidad. Suenan las campanas que anuncian las doce del mediodía y las palomas, asustadas, realizan un vuelo forzado. La mujer, divertida, lanza unas migas de pan a las aves, tranquilizándolas, y, haciéndose oír por encima de los tañidos, admira la fachada que ha renovado recientemente el equipo de Aitor Zubia, arquitecto responsable de las obras de lavado de cara de la portada del templo. La mujer recalca que «el reloj del Big Ben de Londres ya quisiera lucir como el que corona lo alto de la catedral», sin esconder el orgullo por este elemento emblemático de la ciudad.

A 42 kilómetros de distancia, en Azpeitia, Xabier Álvarez Yeregui (Zumaya, 1951) se ríe al saber gracias a Alfa y Omega de la ocurrencia de esta señora. Precisa que «mientras el reloj de la iglesia donostiarra tiene un péndulo de alta precisión compensado, el del palacio de Westminster, puesto en marcha mucho antes, tiene otro con una estrella de tres puntas». Para los legos que se hayan perdido con esta explicación, aclara: «No se pueden comparar». Electrónico jubilado de la empresa de equipamientos Danona y apasionado de la relojería antigua, es difícil contradecir a Xabier en lo que al reloj Odobey original de la catedral del Buen Pastor se refiere. Y no es para menos.

Fabricado en Morez (valle del Jura, Francia) en 1897, lo colocó en la torre del templo el renombrado relojero Benito Yeregui, su bisabuelo. «Con gran emoción» y empleándose a fondo, ahora el bisnieto lo ha despertado de su letargo. Es un hito que para Jon Molina, el párroco de la comunidad del Buen Pastor, «ha despertado mucha curiosidad» en él mismo y en sus feligreses.

Reloj de la catedral, que pronto será sustituido por el mecanismo original
Reloj de la catedral, que pronto será sustituido por el mecanismo original. Foto cedida por Xabier Álvarez.

En la década de los 70 del siglo pasado —entre 1975 y 1980—, se decidió parar el reloj debido a que el sistema de remontaje de pesas, a pesar de tener motor, era engorroso y el mantenimiento requería mucha atención. «Estaba desincronizado del sistema de toque de horas», al igual que «la parte del movimiento», detalla, orgulloso de haber hecho latir nuevamente esta importante joya de relojería de su antepasado.

«Esto no hubiese sido posible sin el deán de la catedral, Koldo Apestegui», admite Álvarez, que ya había trabajado en la restauración de otros relojes de la diócesis guipuzcoana; labor que, como es evidente le viene de familia. «En 2019 tuvo fe y gracias a su postura favorable y a la cooperación del arquitecto conseguimos bajar el reloj de la torre», explica.

Capitaneando un equipo formado por Juan Maria Elosua, Tomas Bergara, Urtzi Gabiña y Begoña Arruti —su compañera de vida—, Xabier Álvarez ha reparado el reloj de su bisabuelo poniendo en marcha más de 1.000 piezas de maquinaria que unen pasado y presente. No ha cobrado nada por el trabajo que ha llevado a cabo. «Es más importante el vínculo generado con mi bisabuelo, ya que he tomado su relevo», concluye emocionado.

Visitable por los feligreses

«El seguimiento durante seis meses consecutivos de buen funcionamiento, sin ninguna parada, lo convierte en un reloj de muy alta precisión», afirma el actual restaurador. En el plano personal, este proyecto ha sido «casi terapéutico» porque en el tiempo en el que ha durado, ha contribuido a que la pareja que forman Begoña y él hayan mantenido la cabeza ocupada después de que ella empeorara del cáncer que padecía.

La esfera del reloj encargado en su día a Benito Yeregui, por 3.970 pesetas, está colocada de momento en un habitáculo a media altura de la torre de la catedral, ya que el espacio donde iba a ser ubicado el conjunto no está concluido. De momento, funciona con otro mecanismo mientras que el original se puede ver funcionar en el corazón del templo, dentro de la capilla de la antigua pila bautismal. Los descendientes del famoso relojero esperan que este tesoro histórico que ha marcado el paso del tiempo desde finales del siglo XIX sea reubicado en su lugar original, la torre, una vez se concluya la fachada oeste, la única que queda por rehabilitar de la catedral del Buen Pastor.

Para la responsable de Cultura, Cooperación, Juventud y Deportes de la Diputación Foral de Guipúzcoa, Goizane Álvarez —casualmente sobrina del restaurador—, «estos trabajos, que se hacen casi de forma gratuita, son fundamentales para recuperar nuestro patrimonio y memoria colectiva». La conservación de este aparato es un recordatorio tangible de la historia compartida entre la familia Yeregui, la catedral y la ciudad de San Sebastián; una historia de dedicación, en la que la tradición y la preservación del patrimonio cultural se dan la mano ahora que el aparato centenario vuelve a latir.

Cinco generaciones

Cinco son las generaciones de herreros-relojeros en la familia Yeregui. Fue precisamente uno de ellos, Benito Yeregui, quien instaló el reloj de la catedral del Buen Pastor, en San Sebastián. Según sus propias anotaciones en un contrato que firma con los padres franciscanos de Zarautz, decía haber trabajado en la fragua de Etxetxo de Betelu (Guipúzcoa) desde los 14 años. En su vida de herrero-relojero, se ha contabilizado que construyó 80 relojes. El último fue el que colocó en el año 1912 en la iglesia parroquial de San Salvador, en Usurbil, también en Guipúzcoa.