Deshielo con matices en la aplicación del acuerdo de la Santa Sede con China - Alfa y Omega

Deshielo con matices en la aplicación del acuerdo de la Santa Sede con China

«Lo nuevo es que, de repente, Pekín ha cambiado de opinión», asegura un experto tras la tercera ordenación episcopal en China en una semana

Victoria Isabel Cardiel C.
Un sacerdote reparte la comunión a los fieles en una iglesia de Pekín
Un sacerdote reparte la comunión a los fieles en una iglesia de Pekín. Foto: Reuters / Thomas Peter.

Tras dos años de sequía episcopal en China, el acuerdo rubricado en 2018 por el Vaticano y el régimen de Xi Jinping ha madurado nuevos frutos. En concreto tres y en menos de una semana. El último, el de la ordenación del sacerdote Peter Wu Yishun como obispo titular de la diócesis de Shaowu (Minbei), en la provincia china de Fujian. Una celeridad que ha sido interpretada por observadores internos, como el sacerdote Antonio Spadaro, subsecretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación del Vaticano, como la demostración del inicio del deshielo en las relaciones diplomáticas entre la república popular y la Santa Sede, congeladas desde 1951. Sin embargo, una lectura reposada destapa ciertas incongruencias. Como destaca Michel Chambon, analista de la Iniciativa para el Estudio de los Católicos Asiáticos, con base en Singapur, «hay algo que huele raro en los distritos eclesiásticos». «A los ojos del Vaticano, China está organizada en 147 territorios. Sin embargo, las autoridades chinas decidieron que eran demasiadas e idearon un nuevo mapa de 104 diócesis». Así, en medios oficialistas chinos pone que Wu Yishun fue ordenado como obispo de Minbei. «Pero el Vaticano nunca ha creado esta diócesis», asegura este antropólogo, experto en el catolicismo en Asia. Lo que sí hizo al anunciar la ordenación fue asociarle el nuevo nombre.

En el caso de la ordenación días antes del obispo Anthony Sun Wenjun, el Vaticano comunicó expresamente la creación de la diócesis de Weifang, en la provincia china de Shandong. «Aquí dejó claro que el territorio diocesano anterior se eliminó para fundar uno nuevo de acuerdo con Pekín». A ello se suma que, como subrayan algunas voces críticas, dos de los tres obispos nombrados son hombres fuertes de los organismos oficialistas vinculados al Gobierno chino, que el Vaticano ha aceptado. El nuevo obispo de Zhengzhou, Wang Yuesheng, fue presidente de la Asociación Patriótica de esta provincia china, revela la agencia AsiaNews, del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras. Y Wu Yishun, el de Shaowu, ha mostrado en el pasado, según Fides, su apoyo a la «sinificación»; es decir, el esfuerzo impulsado por las autoridades para impregnar el catolicismo de un carácter chino propio según las indicaciones del régimen.

La forja del diálogo
  • 1983. San Juan Pablo II escribe una carta al mandatario Deng Xiaoping en la que expresa su deseo de «un contacto directo entre la Santa Sede y los dirigentes del pueblo chino». Sin respuesta.
  • 2000. Juan Pablo II canoniza a 120 mártires chinos. Pekín los califica de antipatriotas y víctimas de la propaganda extranjera.
  • 2007. Benedicto XVI invita a los católicos chinos a reconciliarse en una misiva en la que reitera el deseo de la Santa Sede de entablar un diálogo «respetuoso y constructivo» con la república popular.
  • 2013. El diálogo se reanuda bajo el pontificado de Francisco, elegido Papa un día antes de que el presidente Xi Jinping llegara al poder en Pekín.

Desde la firma del acuerdo en 2018, los traspiés no han sido pocos. En noviembre del 2022, la diplomacia vaticana, poco dada a exaltaciones coléricas, expresó su «sorpresa y pesar» tras la violación china del convenio al nombrar a Giovanni Peng Weizhao como obispo de Yujiang, en la provincia de Jiangxi, una diócesis no reconocida por la Santa Sede. Además, el viaje a Mongolia del Papa del 31 de agosto al 4 de septiembre, país situado geográficamente entre Rusia y China, supuso otro desgarro doloroso porque el Gobierno chino denegó el permiso a los obispos y fieles para cruzar la frontera. A pesar de todo, el Vaticano siempre ha tendido la mano a China, que «ahora está probando una nueva estrategia», asegura Chambon. «En los últimos cinco años hemos visto muy pocos nuevos obispos. Lo nuevo es que, de repente, Pekín ha cambiado de opinión y quiere colaborar», sentencia. Una buena disposición que, de momento, no ha mejorado la vida de los católicos chinos, sometidos a un férreo control.