Desde R. D. Congo piden «esfuerzo» para extender la vacuna contra la malaria
Por primera vez, la OMS recomienda extender una vacuna contra esta enfermedad, que causa 400.000 muertes al año
Cuando en la República Democrática del Congo comenzó la campaña de vacunación contra el coronavirus, «la gente decía que se dejaran de estupideces», relata a Alfa y Omega Candelas Varela, directora de la escuela de enfermería ISSI del hospital de Monkole (cerca de Kinshasa). Pedían «una para la malaria, que es lo que realmente mata aquí».
Sus deseos están un paso más cerca de hacerse realidad, después de que la Organización Mundial de la Salud recomendara por primera vez el miércoles extender a otros países el uso de una vacuna contra esta enfermedad. Se trata de RTS,S, que en dos años de proyecto piloto en Ghana, Malaui y Kenia ha dado buenos resultados.
Se trata de un momento histórico que «tiene el potencial de salvar decenas de miles de jóvenes vidas», celebró Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. La malaria, causada por un parásito que transmite el mosquito Anopheles, es en África «tan frecuente como la gripe o un catarro», explica Varela. Cada año, la padecen 200 millones de personas, el 94 % en este continente. «El 50 % o 60 % de las consultas médicas que tenemos en Monkole son por malaria», explica la responsable de la escuela de enfermería asociada a este hospital católico.
«Siempre es potencialmente peligrosa»
Y resulta más grave que un trancazo invernal en Europa. Incluso en los casos leves provoca dolores de cabeza y musculares y fiebre, a los que a veces se suman náuseas y vómitos. Durante bastantes días, impide realizar actividades cotidianas. Pero, a diferencia del resfriado o la gripe, que tienen una evolución corta y se curan solos si no hay complicaciones, la malaria «no puedes no cortarla y dejar que avance, porque siempre es potencialmente peligrosa. Y, si no se trata a tiempo, mortal». Anualmente, 400.000 muertes se deben a esta causa.
Puede producir problemas de coagulación, insuficiencia renal o hepática, sangre en las heces… A ojo, Varela calcula que surgen en un 1 % de casos. Pero, al ser una enfermedad tan frecuente y estar la gente acostumbrada a automedicarse, «piensan que la van a controlar» y a veces no se aborda a tiempo. Un problema añadido es que causa anemia, en países donde una transfusión de sangre es muy difícil. «Y cuando el parásito sube al cerebro provoca problemas en el sistema nervioso e incluso el coma». Si se despiertan, tal vez lo hagan con secuelas. Todo esto, «afecta más a los más frágiles, niños o personas malnutridas».
Más esfuerzo que con la COVID-19
La aprobación de la OMS, informa EFE, permitirá que la alianza para el acceso a las vacunas (conocida como GAVI) la incorpore a su portafolio y considere invertir en este producto para dar acceso a los países más pobres. «Esperamos que se haga el mismo esfuerzo que para traer la vacuna de la COVID-19 o más», subraya Varela.
Cuando lleguen al país, confía en que gracias a las características de la vacuna y con la infraestructura ya existente para otras campañas de vacunación la logística no resulte demasiado complicada. En ella tendrán un lugar preponderante los centros sanitarios de la Iglesia, presentes en «todas las esquinas» del país y en muchos casos integrados en la red sanitaria.
RTS,S, además de ser la primera vacuna contra la malaria recomendada por la OMS, es también un hito por haber sido desarrollada por una plataforma de científicos africanos. Dentro de un programa piloto, esta vacuna se ha administrado desde 2019 a 800.000 niños menores de 5 años de Ghana, Malaui y Kenia. Ha contado con un alto nivel de aceptación entre las familias, de forma que entre el 80 % y el 90 % de menores de la población diana la ha recibido.
Entre ellos, los casos de malaria grave y muerte se han reducido en un 30 %. Otra conclusiones del programa es que la vacuna es segura y es factible integrar las cuatro dosis en los programas de vacunación ya existentes. Asimismo, se ha comprobado que su administración no ha llevado a las familias a prescindir de medidas preventivas que aún serán muy necesarias, como las mosquiteras con insecticida.
«Esperamos» que este paso «también estimule a que se retomen las investigaciones para intentar desarrollar otras vacunas contra la malaria. La que tenemos es una vacuna de primera generación, pero no debería ser la última», ha subrayado Pedro Alonso, director del Programa Global contra la Malaria de la OMS.
La Iglesia será también «fundamental» en lo que, para esta enfermera, será el segundo gran reto de la campaña de vacunación: la sensibilización. «La gente es muy reacia a las vacunas», incluso en este caso de una enfermedad que les afecta directamente. Varela lo atribuye a una mezcla de superstición y desconfianza hacia los organismos internacionales. «Sospechan de que se den al país cosas gratis», explica. Piensan que hay detrás algún interés oculto, como «esterilizarles para que no tengan más hijos».
Por eso, aunque la noticia del impulso de la OMS está llegando ya a los medios y «se empieza a hablar de ello», buena parte de la acogida dependerá del mensaje que transmitan «las autoridades y los medios locales». Espera que haya una buena campaña a favor de la vacunación. Y, en ella, cree que la Iglesia tiene mucho que decir porque «como autoridad moral tiene un peso que no tiene ninguna otra» institución del país.