Delegado de las Causas de los Santos de Madrid: «Los nuevos mártires son testigos del amor y del perdón»
«El ambiente espiritual del Madrid de los años 30 era muy martirial», afirma Alberto Fernández, delegado episcopal de las Causas de los Santos
El Papa León XIV ha aprobado este jueves, 18 de diciembre, el martirio de once siervos de Dios: son Ignacio Aláez y diez compañeros seminaristas y familiares muertos por amor a Cristo en la persecución religiosa del siglo XX en España. Por ser martirio la causa de la muerte, la Iglesia no precisa de un milagro para proceder a su beatificación, de modo que, con esta aprobación, el Santo Padre autoriza de facto su próxima subida a los altares.
«El martirio es la máxima prueba de amor a Dios, y es el regalo más grande que el Señor puede dar al fiel cristiano». Lo explica Alberto Fernández, sacerdote de la diócesis de Madrid y delegado episcopal de las Causas de los Santos. La palabra «mártir» en griego significa «testigo»; los mártires son los que han testimoniado con su muerte a Jesucristo, los que han «derramado su sangre» por Él. «Dan testimonio de la fe, de la Resurrección, del amor, del perdón».
Proceso muy minucioso
La causa de Ignacio Aláez y compañeros se abrió en 2010 y su instrucción ha durado quince años. Los de martirio «son procesos muy minuciosos porque la Iglesia, cuando declara un martirio como este, tiene que tener certeza de que han muerto por odio a la fe», de que «no hay razones de tipo personal o político» en su asesinato. «El punto más delicado es probar que mueren por su condición de cristianos o en persecución de la fe».
Han sido miles de folios los que formaron la documentación que se recogió en la fase diocesana y fue enviada a Roma, en el año 2014. Allí, la causa fue estudiada primero por historiadores, después por teólogos que «examinan que se dan los requisitos del martirio», y luego se lleva a una sesión ordinaria de cardenales y obispos. Finalmente, ha venido la aprobación por parte del Papa, «que es el único juez».
Los tesoros de la Iglesia
«Uno de los mayores tesoros de la Iglesia son las vidas de los mártires» y, por eso, la noticia de la futura beatificación de Ignacio Aláez y compañeros es «una de las más bonitas que puede recibir la Iglesia». Decía Tertuliano que «la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos», de ahí que «vivimos de la entrega de estos once mártires», somos «hijos de esta sangre».
Así, la beatificación de estos siervos de Dios es un «motivo para agradecer nuestra historia; Madrid es una diócesis especialmente bendecida con muchas historias de santidad». Y es, asimismo, «una bendición para el seminario». «A los seminaristas no nos preparan para ser sacerdotes, sino para dar testimonio de Jesús» y a «entregar la vida en el día a día, a cada uno como nos pide el Señor».
El igualmente, este reconocimiento es un «testimonio bonito para la pastoral juvenil». Las vidas de los jóvenes seminaristas muestran «qué ideal tenían, nos enseñan a apuntar alto» y son reflejo de aquello que el Papa León XIV dijo a los peregrinos del Jubileo de los Jóvenes: «Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos».
Ambiente martirial
Si tuviera que destacar a alguno de los futuros beatos, el delegado señala a Ignacio Aláez, el seminarista que encabeza la causa. «El ambiente espiritual del Madrid de los años 30 era muy martirial», sostiene. Una de las declaraciones que más le impresionó al delegado durante la fase diocesana fue la de Julio Navarro, sacerdote que había sido compañero de curso de Aláez. Le contó la siguiente conversación que tuvieron un día en el patio del Seminario, el día de san Ignacio de Antioquía:
—No me has felicitado hoy…
—Pensaba que tu santo era Ignacio de Loyola.
—No, es el de Antioquía, que murió mártir. Le he pedido al Señor la gracia de ser mártir, como mi patrón.
También habla el sacerdote de Ángel Trapero, el único del que se ha recuperado su cuerpo, que está enterrado en la capilla del Seminario. «Se custodian ahí sus restos, que con la beatificación serán reliquias; es un cuerpo entregado y un cuerpo real». Los cuerpos de los mártires «reproducen las palabras de la consagración, “esto es mi Cuerpo”», expresa.
El perdón
De los testimonios recabados en la causa, Fernández subraya la «conciencia grande perdón» que hay en las familias de los mártires. «El perdón a los verdugos, el rezar por su conversión», la ausencia de «deseo de venganza…». Como los propios mártires, que murieron perdonando. Por eso, pensando en algún lema para esta causa de mártires, el delegado habla de «semillas de paz» o «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» o «testigos del amor y del perdón».
De aquí a la beatificación, Alberto Fernández propone a los fieles de la diócesis conocer sus vidas. «Ojalá esto nos mueva al agradecimiento por nuestra historia; somos hijos de historias preciosas de fe». Además, «son hermanos mayores que nos ayudan en nuestras necesidades», y por eso invita a acogerse a su intercesión.
«La Iglesia —concluye el delegado— siempre ha venerado a sus mártires». Ya desde los primeros siglos, los que eran santos eran los mártires. «Y nosotros somos herederos de esta tradición eclesial que siempre ha visto en los mártires los hijos que más brillan».