Del Sínodo, al Año de la Misericordia
El año 2015 empezó con el anuncio del Papa, el 4 de enero, de la creación de 20 nuevos cardenales, entre ellos el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal (CEE), monseñor Ricardo Blázquez. Los relevos arzobispales en Mérida-Badajoz, Burgos y Barcelona protagonizaron también un año que, para la Iglesia en España, ha significado una puesta al día con el Papa Francisco y su exhortación Evangelii gaudium.
El aggiornamento queda plasmado en dos documentos de la CEE: la instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres y el recién aprobado Plan Pastoral para el período 2016-2020. Aggiornamento franciscano, pero también adaptación a un nuevo entorno social, cultural y político mucho más plural y fragmentado. Los tiempos –entienden los obispos– requieren nuevas formas de presencia pública para el anuncio del Evangelio, con menos discursos y más testimonio, comunicando siempre en positivo, para tocar el corazón del otro en un contexto en el que la fe no puede darse ya por supuesta.
Evangelizar significa hoy «ir a lo esencial», como ha explicado el Papa al comienzo del Año de la Misericordia. Con sus gestos de ternura y cercanía a todo el mundo, especialmente a los más desfavorecidos, Francisco sigue marcando el camino a toda la Iglesia.
Tender puentes
Ha sido un año políticamente convulso en España, plagado de citas electorales y con la sacudida del órdago del nacionalismo catalán. Si algo ha brillado por su ausencia son los antes habituales pronunciamientos episcopales con orientaciones para los católicos. Los obispos han optado por un perfil político bajo. Es un reflejo –según ha explicado el secretario general y portavoz de la CEE, José María Gil Tamayo– de la confianza en la madurez del laicado, aunque seguramente también de la voluntad de tender puentes a unos y a otros y sembrar unidad frente a las divisiones que amenazan a la sociedad española.
Pero el gran acontecimiento eclesial del año ha sido sin duda el Sínodo ordinario de la familia. En lo que se refiere a la metodología, Francisco ha dado con la clave para lograr que el Sínodo tenga una dinámica verdaderamente ágil y participativa, sin documentos finales precocinados. En cuanto al fondo, a la espera de la exhortación postsinodal del Papa, el cambio más evidente ha sido la renovación del lenguaje, especialmente en lo que se refiere a las personas que viven en situaciones alejadas de lo que enseña la Iglesia, sin que esto signifique poner en cuestión la doctrina. El Año de la Misericordia, en cierto modo, llegó con varios meses de antelación a la pastoral familiar.
Francisco, referente moral
En el Vaticano avanzaron los trabajos en la reforma de la curia y probablemente no tarden ya en verse los resultados. En lo que se refiere a su presencia internacional, el Papa hizo en 2015 importantes viajes: Sri Lanka y Filipinas, Bosnia; Ecuador, Bolivia y Paraguay; Estados Unidos y México; y, finalmente, Kenia, Uganda y República Centroafricana.
Francisco inauguró en Nueva York la Cumbre del Desarrollo Sostenible, en la que se aprobó, en septiembre, la nueva agenda de desarrollo sostenible, que reemplaza a los Objetivos del Milenio, fijados en el año 2000. La ONU celebró a finales de noviembre otra importante cumbre en París, en este caso centrada en el clima. No estuvo el Papa, quien, sin embargo, fue uno de los grandes protagonistas del encuentro. Francisco se ha convertido en un gran referente moral en el mundo, y su encíclica Laudato si es el documento clave para un nuevo ecologismo de corte social que pone el foco en los estilos de vida personales e integra la preocupación por las personas y comunidades más vulnerables.
También ha sido referente mundial el Papa en la crisis de refugiados, cuyo número, según la ONU, se disparó hasta los 60 millones. Si 2014 fue el año del rápido ascenso del Daesh, 2015 ha sido el de las impactantes imágenes del desesperado intento de cientos de miles de personas por llegar a Europa y a otros lugares donde no corran peligro sus vidas.
La Iglesia española durante 2015 vivió un año de esperanza, a partir del trabajo realizado y mirando hacia el futuro. El año comenzó con la creación como cardenal del presidente de la Conferencia Episcopal Española, don Ricardo Blázquez, un signo de la confianza del Santo Padre en la Iglesia española y en la persona de don Ricardo. El análisis de la situación en España quedó plasmado en el documento Iglesia servidora de los pobres que la Asamblea Plenaria aprobó en su reunión de abril. En él se invita a «todos los cristianos, fieles y comunidades, a mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar sin desmayo en la tarea ya emprendida de ayudarles y acompañarles» y se ofrece a la Iglesia española las líneas maestras de Evangelii gaudium adaptadas a nuestra realidad concreta.
El Plan Pastoral de la Conferencia ha sido el otro gran documento de la Plenaria durante este año. Desde un análisis sincero y profundo de la realidad actual brotan las líneas de actuación de la Conferencia Episcopal para los próximos cinco años. En 2016 se analizarán las exigencias de la evangelización de la Iglesia en España. A partir de ello, cada año se pondrá en situación de misión cada una de las dimensiones de la Iglesia: la comunión, la Palabra, la celebración y la vida de caridad.
Ambos documentos se realizan con realismo y esperanza, teniendo siempre presente, como dice el plan pastoral, y más en este año que comienza, la infinita misericordia de Dios y el vigor renovador de la semilla del Evangelio.
José Gabriel Vera
Director de la Oficina de Prensa de la CEE
El tema del Sínodo era la familia pero lo que estaba en juego, en realidad, era algo más radical: cómo valoramos las situaciones humanas, qué queremos decir cuando decimos «Iglesia», cómo actúa Dios en el corazón de las personas, en qué consiste anunciar el Evangelio… En definitiva, qué idea nos hacemos de Dios.
Un grupo, minoritario pero enérgico, venía muy preocupado con poner en peligro la verdad de la fe y con provocar escándalo en los buenos. Exigía que no se cambiara nada en la disciplina sacramental de la Iglesia. Cuestionaba el estilo de Francisco y su programa de misericordia. Otro grupo, mayoritario pero menos agresivo, buscaba respuestas a situaciones que parecen sin salida. Se contaron muchas historias concretas. Las posturas parecían irreconciliables. Francisco nos insistía en la necesidad de caminar juntos a pesar de todo. Nos faltó seguramente un esfuerzo intelectual para superar una teología que cosifica la Gracia y una moral que se atora en todo lo referente al sexo.
Poco a poco, el Sínodo fue haciendo camino. Desaparecieron las descalificaciones de las llamadas situaciones irregulares. Se usó un lenguaje más respetuoso con las luchas y búsquedas de las personas. Se ampliaron las referencias bíblicas. Finalmente, el cambio más significativo fue el salir del discurso sobre lo permitido y lo prohibido, para abrirse a caminos de discernimiento en cada caso concreto, respetando las decisiones de conciencia de las personas y buscando la mayor integración posible en la comunidad. Una verdadera revolución.
Como nos pedía Francisco, se dejaron «puertas abiertas». Ahora queda mucho por hacer para aprender a atravesarlas.
Javier Álvarez-Ossorio
Superior General de los Sagrados Corazones. Fue uno de los representantes en el Sínodo de la Unión de Superiores Generales
Amanece. No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche.
En la cumbre de la noche, subí a la terraza. Jugué a ser centinela. A imaginarme figuras por descubrir en la noche. Me imaginaba que las luces de neón que veía en la noche eran velas encendidas para rezar por los emigrantes y refugiados. Fugitivos de la vida imposible. Caminan errantes, perseguidos por las bombas del hambre y de las otras.
Más de 3.000 inmigrantes han llegado en 174 pateras a las costas andaluzas en 2015. Hace poco la imagen de la muerte de Aylan nos impactó. Como si fuera un golpe seco en la puerta que gritara: «Estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa, y cenaré con él y él conmigo». Por aquí ya sabíamos de los muchos Aylanes –vivos y muertos– que llevaban mucho tiempo llamando a la puerta. Se ve que a las puertas del Norte hay que llamar más fuerte. Habrá que seguir haciéndolo. Nadie se acuerda de que de las miles de personas que se iban a reubicar (17.000) en España, solo llegaron doce.
Pero diariamente 200 llegan a nuestras costas. Y son invisibles para muchos. Pero no para la Iglesia, que, durante 2015, en una ejemplar voz común, creó la Red eclesial de Migraciones (Caritas, Confer, Justicia y paz y Comisión Episcopal de Migraciones) para dotarse de un marco y una estrategia común para la hospitalidad, la dignidad y los derechos de los emigrantes que tanto nos enriquecen.
Mi deseo orante ha subido hacia las estrellas, que nos recuerdan –en su soledad– la bella dignidad y la triste soledad de miles de hermanos migrantes. Y nos han rebotado su limpia luz. Que dicen que se la han robado a la misericordia de Dios. Para iluminarnos en la noche.
José Luis Pinilla Martín, SJ
Director de Migraciones de la CEE