Del Ejército a la halterofilia en silla de ruedas
David Aguado practica este deporte en el Hospital de Parapléjicos de Toledo. El Consejo Superior de Deportes ha premiado al centro por la promoción del ejercicio entre los pacientes
Las grandes dimensiones de la copa que reconoce al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo con uno de los Premios Nacionales del Deporte, que otorga el Consejo Superior de Deportes (CSD), no habrían sido un problema para David Aguado. Lo recibió el pasado 18 de abril la directora del centro, Sagrario de la Azuela, de manos de la reina Letizia, pero bien podría haberlo hecho él. Minutos antes de la entrevista con este semanario está sentado en el banco de halterofilia levantando 50 kilos de peso. «Bah, eso no es nada. He llegado a levantar el doble», explica con un marcado acento andaluz. «Soy de Almería, de Roquetas de Mar», añade orgulloso.
Fue allí, concretamente en la carretera que acompaña al río Aguas, donde tuvo el accidente que lo dejó postrado en una silla de ruedas para siempre. «Aquel día era sábado», recuerda. El 12 de marzo de 2016. «Había estado toda la semana de maniobras con mis compañeros y, al acabar, decidimos salir con las motos», continúa. Aguado era militar, «la profesión más bonita del mundo», dice. Ingresó en el Ejército a los 18 años y pasó por el Grupo de Regulares de Melilla, y por la Legión, en Almería. Seis años después, a los 24, aquella salida motera le costó «una lesión medular incompleta a la altura de la vértebra D5». Tuvo que abandonar la carrera militar y subirse a una silla de ruedas. No fue fácil. «Cuando abrí los ojos en el hospital y me vi rodeado de máquinas pensé que solo había dos posibilidades: o tirar para adelante o, cuando estuviese medianamente capacitado, coger la pistola y pegarme un tiro», confiesa.

Algo similar vivió uno de los capellanes del hospital, Enrique Cano, cuando entró en la habitación de Antonio. A modo de saludo, exclamó al sacerdote: «Quiero la eutanasia». En el hospital, reconoce el clérigo, «hay situaciones vitales muy duras». A la mayoría les ha cambiado la vida completamente en un instante. Ante esta realidad, Cano y Juan Luis Gómez, el otro capellán del centro hospitalario, tienen claro que «la clave es el acompañamiento». Y este termina dando sus frutos. La prueba es Antonio, al que el domingo pasado se le vio en Misa, en la capilla de la tercera planta. Lo habitual, sin embargo, es que «aquí se refuerce la fe del que entró con ella». «Los que no tienen fe se suelen alejar más del Señor, porque le culpan de lo que les ocurrió. Nosotros no juzgamos en ningún caso, solo ofrecemos nuestra compañía y los sacramentos», concluye el sacerdote, que se dispone en este momento a llevar la comunión a dos pacientes.
En el caso de David Aguado, la decisión de seguir adelante con la vida tiene que ver con la vocación de servicio, que es la que en el pasado le llevó a enrolarse en el Ejército para servir a su país y a la que hoy da cumplimiento colaborando con cuantas instituciones se lo piden para concienciar, por ejemplo, de los peligros de la carretera. También influyó el amor. En el Hospital Nacional de Parapléjicos conoció a su pareja, Ángela, con la que ha sido padre. Y, por supuesto, el deporte: «Empecé con el tenis de mesa, pero necesitaba algo más explosivo y me decanté por la halterofilia», deporte que Aguado practica gracias al apoyo material de la Fundación Loida Zabala.

De haberlo preferido, el joven se habría podido decantar por el tiro con carabina, el ciclismo, la natación, el bádminton, el tenis o el fitness, «que son las modalidades que tenemos en la actualidad», detalla José Miguel López, monitor de deporte del hospital, que interrumpe su partido de tenis de mesa con Silverio —al que una operación de un médico holandés para extirparle parte de la aorta lo llevó a una silla de ruedas— para atender a Alfa y Omega. «El deporte está dentro del Servicio de Rehabilitación Complementaria», afirma.
Se trata de «una actividad voluntaria para los pacientes», pero que reporta numerosos beneficios para quien lo practica. «Mejora la forma física y ayuda también en la salud mental», continúa. Pero en el caso de David o de Silverio, que van en silla de ruedas, «actividades como el fitness, la halterofilia o el ciclismo aportan además mucha mayor autonomía e independencia, que es una de las grandes claves de las personas con movilidad reducida», explica el experto, que vuelve al partido con Silverio no sin antes dar las gracias por el premio del CSD. «Es muy importante para nosotros. Estamos muy agradecidos. Y no solo hablo en mi nombre, sino también en el de mi compañera María José y en el de todos los profesionales que han pasado por este servicio a lo largo de sus 49 años de existencia», concluye el técnico.