Debate entre un sacerdote y una activista de Derecho a Morir: «No podemos disponer de nuestra propia vida»
La Sociedad Asturiana de Cuidados Paliativos reúne en sus jornadas sobre los cuidados al final de la vida a un sacerdote católico y a una representante de la asociación más activa en favor de la eutanasia
«Lo más importante de tratar con un enfermo al final de su vida es escucharle, ofrecerle la magia de la escucha», ha dicho el sacerdote Rafael Giménez Rodríguez durante la II Jornada asturiana de cuidados paliativos, organizada este jueves por la Sociedad Asturiana de Cuidados Paliativos.
La jornada, que ha tenido lugar en el Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo, ha contado además con la intervención de María Fernanda del Castillo, presidenta de Derecho a Morir Dignamente en Asturias.
Rafael Giménez Rodríguez contó cómo entiende el final de la vida el cristianismo, y destacó que la fe católica «propone no disponer de la propia vida, por ser algo que se nos ha dado». Junto a ello, destacó la necesidad de «evitar el encarnizamiento terapéutico y el uso de medios desproporcionados», frente a los cuales abogó por dar a los enfermos «cuidados adecuados y normales y, sobre todo, acompañar».
Acerca de los requisitos indispensables para el acompañamiento, Giménez Rodríguez destacó tres claves: la disponibilidad «para que la persona en etapa terminal sepa que puede contar contigo»; el respeto, «para no forzar en ningún campo, en nada»; y, sobre todo, «la magia de la escucha, respetuosa y silenciosa, de los enfermos».
El sacerdote asturiano quiso contar una vivencia personal «que para mí fue un regalo», el acompañamiento de «un médico amigo en su etapa terminal». Ese amigo vivía en su casa con su familia, y «me llamaba cuando él quería, porque sabía que me tenía disponible». En una ocasión quiso confesarse, y ya muy al final de su vida pidió verle «rápidamente, lo más pronto posible», y entonces le contó un recuerdo que estaba disfrutando en aquel momento, su primer destino como médico. «Estaba feliz de contarlo y yo de escucharlo», dijo el sacerdote, antes de recalcar la necesidad de escuchar «sin interrumpir y sin contarle lo nuestro a esa persona a la que acompañamos».
«Una persona no puede morir como impongan otros», defendió María Fernanda del Castillo, presidenta de Derecho a Morir Dignamente en Asturias, quien destacó que la ley de eutanasia ha sido «una ley muy esperada por nuestra asociación. Desde 1984 estamos defendiendo que la gente pueda decidir su final, y entretanto muchos han recurrido a la clandestinidad».
Del Castillo lamentó que «a veces se contraponen cuidados paliativos y eutanasia, pero son dos prestaciones diferentes que pueden complementarse, no son incompatibles».
Para la presidenta de DMD Asturias, «el énfasis hay que ponerlo en la voluntad de la persona que pide la eutanasia», por lo que «nadie debe imponer sus creencias a los demás».
Respecto a los profesionales que se oponen a esta nueva ley, María Fernanda del Castillo atacó lo que denominó «objeción de conveniencia», por lo que «hay que pensar si se objeta por convicciones, o simplemente por comodidad y por evitar líos».