De servicio «hasta el último aliento»
El párroco asesinado por Dáesh durante la Misa había expresado a sus fieles su deseo de seguir siendo útil «hasta el último aliento»
Murió como quizá lo habría deseado: celebrando la Misa en la parroquia de Saint-Etienne-du-Rouvray, cerca de la ciudad de Rouen, en Normandía. El padre Jacques Hamel contaba ya 86 años, pero siempre decía a sus fieles que seguiría trabajando porque había mucha necesidad de sacerdotes. «¿Han visto alguna vez a un cura jubilado?», decía en broma cuando alguno aludía a su edad avanzada.
Ya no actuaba como párroco titular, pero ayudaba en una de las dos parroquias del pueblo. Y es precisamente su infatigable espíritu de servicio lo que hoy comentaban todos en la localidad normanda; tanto los paisanos que han hablado con los medios, como los innumerables testimonios en las redes sociales de quienes conocieron su dilatada labor sacerdotal.
El padre Jacques Hamel había nacido en 1930 en Darnétal. Fue ordenado presbítero en 1958, y había celebrado sus bodas de oro sacerdotales en 2008, tal como puede leerse en la página web de la parroquia. En ausencia del párroco titular, el padre Augusto Moanda-Phuati, era él quien celebraba la misa en la parroquia y cumplía con todos los servicios que le permitía su salud. Los sacerdotes suelen acogerse a la jubilación a los 75 años, pero el padre Hamel había preferido seguir sirviendo en la parroquia del pueblo al servicio de los fieles «mientras se sintiera fuerte».
«Era un hombre muy sencillo, sin ninguna rareza, muy cálido», afirma entre lágrimas a Le Figaro el padre Moanda-Phuati, que no puede dar aún crédito al horrible crimen. De origen congoleño, como muchos otros párrocos en Francia por la escasez de sacerdotes, el padre Moanda-Phuati ha interrumpido sus vacaciones para regresar al pueblo normando, y estar junto a los feligreses en estos momentos duros.
S. I. / ABC