Xavier Bartomeu, el artista que se encontró con Dios al esculpir a san José
Su arte «no era oscuro, pero estaba totalmente alejado de Dios». La invitación de una desconocida, un retiro de Emaús y un encargo laboral le dieron un vuelco a su vida
Cuando aquella desconocida le abordó por la calle y le invitó a un retiro espiritual, el artista Xavier Bartomeu no sabe por qué le dijo que sí. Pero lo hizo. Y aunque aquellos días de silencio y oración «Dios no me tiró del caballo como a san Pablo», sí que «fue el inicio de mi vuelta a la fe», confiesa durante la conversación con Alfa y Omega.
Bartomeu habla de vuelta porque nació en una familia cristiana. «Lo que pasa es que yo comencé a alejarme y, de hecho, lo hice del todo», asegura el artista, que es uno de los testimonios que presenta la película-documental Corazón de Padre, de Goya Producciones, en la que se trata de documentar cómo san José sigue intercediendo en la actualidad por los hombres.
«Me hice artista y el tipo de vida que llevaba era absolutamente laico». También su arte, que, si bien «no era oscuro, estaba totalmente alejado de Dios», explica. «Hacía lo que me daba la gana. Mis creaciones eran muy fuertes. Me gustaba mucho provocar. Hacía desnudos muy sexuales, muy exagerados. A lo mejor ponía 18 genitales en una pintura y eso me hacía gracia», detalla.
Sin embargo, Xavier iba de vez en cuando a la Iglesia. «No a rezar, sino porque me sentía relajado. De hecho, no sabía nada del ritual». En una de aquellas ocasiones, cuando ya salía del templo con su chándal negro repleto de rastros de pintura, «una chica joven me tocó en el hombro por detrás y me dijo que si me podía hacer una pregunta». Claro, contestó el artista. «“Me gustaría hacerle un regalo. ¿Quiere ir a un retiro?” Y lo más raro es que le dije que sí. Con el tiempo entendí que había sido Dios, porque no tenía ningún sentido que yo le dijera que sí a una cría».
El retiro, de Emaús, fue bien, y aunque al artista no le convenció del todo, quiso ir a un segundo retiro en el que, ahora sí, «me encontré con Dios. Yo tenía un vacío por dentro, depresivo, y ante la Sagrada Forma tuve una experiencia brutal y me puse a llorar sin parar».
A pesar de la vivencia, en el corazón de Bartomeu se fue apagando esta llama. «Poco a poco volvió el Xavi más analítico y me intentaba convencer a mí mismo: “Todo esto ha sido fruto de una crisis nerviosa, tú tienes problemas emocionales…”». Pero todos estos argumentos cayeron de un plumazo cuando a Xavi le encargaron hacer una escultura de san José. «Y fue en ese proceso de contemplación, durante el trabajo, de estar con él, de mirarlo, en el que me reconvertí de nuevo. Iba teniendo un diálogo con san José, le agarraba de la mano y antes de irme siempre le daba un abrazo».
Con su reconversión, Bartomeu volvió a acordarse de sus padres, de su educación cristiana, del «rosario que rezábamos cada nochevieja» y, entonces, «entendí que Dios ha estado siempre conmigo, desde pequeño, incluso en los momentos más turbulentos de mi historia y me sentí feliz». Ahora, el artista ofrece su testimonio porque «quizá el Señor se puede servir de mí para ayudar a otras personas», concluye.