De las llamas a un museo, la Virgen perdida y hallada en Carrión de los Condes - Alfa y Omega

De las llamas a un museo, la Virgen perdida y hallada en Carrión de los Condes

El Museo-Iglesia de Santiago alberga entre su colección de arte religioso palentino una escultura que permaneció siglos oculta tras un muro

Rodrigo Moreno Quicios
Escultura de la Virgen y el Niño casi quemada por completo. Está en la Iglesia-Museo de Santiago, en Carrión de los Condes. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

En el ábside de la la iglesia de Santiago, en la localidad palentina de Carrión de los Condes, una pieza destaca sobre todas las demás por su estado de conservación. Es una Virgen con el Niño, completamente quemados los dos, que por su apasionante intrahistoria se expone en este templo que lleva divulgando el arte religioso desde 1993, cuando era tan solo un museo parroquial

La talla, en «un estado gravemente deteriorado», es una pieza del siglo XIII «que sufrió un incendio», nos explica durante nuestra visita José María Vicente, responsable del Museo-Iglesia de Santiago. A su juicio, «seguramente estaba en la capilla mayor o incluso fuera la imagen titular» de la iglesia románica de Santa María del Camino, a tan solo 300 metros de la iglesia de Santiago en la que nos encontramos. Frente a la imagen, Vicente señala cómo «el Niño prácticamente ha desaparecido y solo podemos ver su silueta y su madera», pues su policromía fue pasto de las llamas. Sin embargo, a pesar del desastre, los fieles de la época jamás se plantearon deshacerse de la escultura porque «tirar las imágenes tenía una connotación sacrílega».

Con esta Virgen y el Niño prácticamente destruidos, los fieles del pueblo decidieron en algún momento difícil de ubicar en el tiempo tapiar la pieza dentro de la iglesia de Santa María del Camino. «Se colocó un muro y allí estuvo varias décadas», explica el responsable del Museo-Iglesia de Santiago, hasta que «en los años 80, en unas obras de reconstrucción, se pudo recuperar». Había sido emparedada en la Capilla del Clérigo Antonio Pastor, un espacio dentro de la iglesia de Santa María del Camino dedicado a un ilustre sacerdote muy querido en el pueblo. Tras rescatarla del olvido, y pese a los evidentes daños que a simple vista se pueden observar, la escultura llama la atención de todos quienes se acercan a esta muestra, pues no están acostumbrados a ver en los museos tallas que estuvieron tan a las puertas de haberse perdido para siempre.

Cristo crucificado en una vid

Aparte de ser una de las paradas obligatorias durante el Camino de Santiago —pues por él «pasan peregrinos de cien nacionalidades distintas para sellar su credencial»— el Museo-Iglesia de Santiago, en Carrión de los Condes, alberga una colección de arte religioso de entre los siglos XIII y XVIII que le llevó en 2021 a exhibir la muestra Ecce Mater Tua en el marco de las Edades del Hombre, que llevaban Lux como título en aquella edición.

El Cristo de la Cepa y la Salud es una escultura anónima del siglo XVI. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

Otras de sus piezas más curiosas es el Santo Cristo de la Cepa y de la Salud. «Es un Cristo clavado en un árbol nudoso siguiendo una iconografía puesta en valor por san Buenaventura», nos explica José María Vicente. Elaborada en madera policromada por un  autor anónimo y fechada en el siglo XVI, la talla hace referencia a una leyenda toledana de la época según la cual «un rico judío hizo trabajar un domingo en su viña arrancado cepas a dos cristianos». De acuerdo con la tradición, «ante las quejas de los cristianos por trabajar en un día de descanso, se les apareció Cristo en la cepa y el judío acabó convirtiéndose».

Friso de la fachada exterior del Museo-Iglesia de Santiago. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

Pero sin duda la pieza más valorada en este espacio se encuentra en la fachada exterior del templo. «El friso que corona la portada es una de las joyas de la escultura del siglo XII en toda Europa», presume el responsable del Museo-Iglesia de Santiago, pues habla «de la tradición secular y religiosa de la gente que vivió aquí». Y en las arquivoltas que circundan la puerta de ingreso «tenemos 24 personas que representan los oficios de antaño, como una bailarina, un carpintero o un zapatero».