De la atención en crisis a la salud emocional
En los 50 años del Teléfono de la Esperanza han atendido cinco millones de llamadas. En 400.000 de ellas se habló de suicidio. Ahora también organizan cursos de duelo y salud emocional
—Hola. ¿Este teléfono es anónimo?
—Sí, sí, por supuesto.
—Es que tengo un problema, estoy angustiada y necesito contárselo a alguien.
—¿Qué le pasa?
—Con 12 años, mi padre abusaba de mí. Se levantaba del lecho que compartía con mi madre e iba a mi dormitorio. Fue horroroso, y no se lo pude decir a mi familia. Necesitaba desahogarme.
—Para eso estamos nosotros.
José Luis Martínez nunca podrá olvidar esta llamada. Es la que más le ha impactado en los doce años que lleva como voluntario de la asociación Teléfono de la Esperanza. Tampoco olvida la conversación de uno de sus compañeros, que «tuvo que atender una llamada en el que su interlocutor le dijo: “Me voy a suicidar. Me he tomado esto y lo otro, estoy en la cama esperando morir, pero quiero que haya una persona que me escuche en mis últimos momentos”». Pero en su memoria permanecen, principalmente, las llamadas de esas otras tantas personas que han logrado sobreponerse a muy diferentes problemas después de sentirse escuchadas. «Incluso nos han llamado para dar las gracias», asegura este antiguo catedrático de instituto, de 83 años, que ha decidido dedicar su jubilación a escuchar a los demás.
Esta es una parte del bagaje de la asociación, que dio sus primeros pasos en 1971 de la mano de un religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, fray Serafín Madrid. «Dos años antes había fundado la Ciudad de San Juan de Dios, una iniciativa absolutamente innovadora en el ámbito de la rehabilitación de personas con especiales dificultades físicas y psíquicas», explica José María Jiménez, vicepresidente del Teléfono de la Esperanza. A partir de entonces, Serafín se dedicó a visitar diferentes puntos de la geografía española para detectar los problemas psicosociales más acuciantes. Después de dos años se percató de que lo más urgente era «la intervención en crisis en una sociedad en cambio», que utilizaría el teléfono –en plena expansión en aquel momento– para paliar dicha crisis, y que lo haría combinando la actuación de voluntarios, que atenderían los problemas más sencillos, y de equipos de profesionales, que se encargarían de los casos más graves. La misma estructura se mantiene en la actualidad.
Así, «el 1 de octubre de 1971 se produjo la primera llamada», que fue atendida por el propio fray Serafín desde Sevilla, detalla el vicepresidente. Pronto llegaron muchas otras llamadas desde diferentes provincias, lo que motivó la apertura de más sedes en distintos puntos del país. «La de Madrid se abrió ese mismo año, y en la década de los 70 se abrieron oficinas en otras nueve ciudades. En la actualidad contamos con 29 sedes en España y tenemos convenios de colaboración con asociaciones afines en nueve países extranjeros», señala Jiménez, que lleva 35 años como voluntario. «Cuando era un muy joven profesor de Filosofía, queriendo transmitir a mis alumnos valores que me parecían importantes, llamé un día a la puerta del Teléfono de la Esperanza para ver si alguien podía darles una charla para explicarles lo que era el voluntariado y la asociación. Lo que no podía sospechar es que después de aquella charla yo mismo me convertiría en voluntario», confiesa José María, que es uno de los más veteranos. Jiménez comenzó atendiendo el teléfono, y antes de que «la asamblea me eligiera para ocupar cargos de responsabilidad», también «estuve recibiendo a parejas y familias en mi despacho por mi condición de experto en terapia familiar».
5 millones de llamadas atendidas, 400.000 de ellas con el suicidio como protagonista
25.000 voluntarios formados en las 29 sedes de la asociación
40 % más de llamadas durante la pandemia. Las de temática suicida han crecido un 97 % respecto al año pasado
10.000 cursos y talleres organizados para atender a personas en crisis y promocionar la salud mental y emocional
La asociación no solo se dedica a responder al teléfono. «Ese es el campo de la atención en crisis», donde «también se ofrecen entrevistas personalizadas con un especialista para una terapia breve que le ayude a superar su problema». Por otro lado, «trabajamos el tema de la salud emocional», que tanto se ha deteriorado durante la pandemia. «Organizamos cursos y talleres, como por ejemplo, de elaboración del duelo o para mejora las habilidades de comunicación, para ayudar a personas que no están pasando una crisis necesariamente sino que quizá sienten la necesidad de crecer hacia adentro», concluye Jiménez.