Los medios estatales del Vaticano tienden a encubrir su declive celebrando su antigüedad y su espíritu de servicio. El pasado 24 de mayo, en su primera visita al Dicasterio para la Comunicación, el Papa pinchó el globo diciéndoles con toda claridad: «Tengo una sola preocupación. ¿Cuántos escuchan la Radio Vaticana? ¿Cuántos leen L’Osservatore Romano?». Los jefes del departamento se esperaban una fiesta de 160 cumpleaños de L’Osservatore Romano y 90 de la Radio Vaticana, pero Francisco les dejó fríos con unas palabras directas: «En todas las organizaciones se da el peligro de tener una organización y un trabajo bonitos, pero que no lleguen a donde deben llegar». Y añadió que «lo importante es que toda esta belleza, toda esta organización, funcione. El gran enemigo del buen funcionamiento es el funcionalismo. Cuando algo es funcional [no funcionalista], ayuda a la creatividad».
Antes de la pandemia, la tirada de L’Osservatore Romano era de tan solo 5.000 ejemplares. En la actualidad, sumando la página web, tiene unos 20.000 lectores, a los que se suman otros 20.000 de las ediciones semanales en distintos idiomas. El diario Avvenire, de la Conferencia Episcopal italiana, mantiene una tirada de 90.000 ejemplares, a los que se suman los lectores de la web.
El departamento de comunicación, creado en 2015, fusionó las noticias de L’Osservatore Romano y la Radio Vaticana en un portal digital. Vaticannews.va figura en el puesto 7.199 del ranking global de similarweb.com, un comparador de internet.
El Dicasterio para la Comunicación, que incluye también la Oficina de Prensa, consume 43 millones de euros del total de 310 del presupuesto de la Santa Sede. Es la principal partida de gasto, aunque los mensajes principales del Papa también llegan al mundo entero –y no solo a un reducido grupo de católicos– a través de los medios internacionales acreditados en el Vaticano.