¿Cuánto tiempo hemos sido conscientes de esos abusos? - Alfa y Omega

¿Cuánto tiempo hemos sido conscientes de esos abusos?

Más allá del baile de cifras y de responsabilidades, el gran aprendizaje de enfrentarse al horror es la escucha de las víctimas

Alfa y Omega

Estamos estos días ensimismados asistiendo a un baile de cifras y de responsabilidades que nos están alejando del único objetivo al que debemos aspirar tras este duro aprendizaje que es enfrentarse, cara a cara, con el dolor: la reparación, en todos los aspectos, de las víctimas de abuso sexual. La extrapolación estos días en la prensa de las cifras del informe del Defensor del Pueblo ha demostrado que no pocos están utilizando «a las víctimas como munición política». Es «indignante», asegura en estas páginas Miguel García Baró, coordinador del Proyecto Repara de la archidiócesis de Madrid y miembro de la Comisión Asesora de dicho informe.

El otro baile, el de las responsabilidades, también aleja nuestra mirada del prójimo. Un solo caso es una tragedia y un fracaso en nuestra misión y, si hay más casos o no en la escuela o en el ámbito familiar que en la Iglesia, esto debe servirnos para volcarnos en ampliar los espacios en los que tender la mano. «La Iglesia quiere contribuir a erradicar los abusos sexuales en la infancia no solo en la Iglesia, sino en toda la sociedad», aseguraron los obispos en la nota final de su Asamblea Plenaria extraordinaria. Y para ello, constataron, «pone al servicio de la misma su triste experiencia para hacerlo, con espíritu de colaboración». Hay una enseñanza. Lo dijo el cardenal Omella a la prensa el pasado lunes: «Hemos aprendido a escuchar a las víctimas», al tiempo que reconoció: «¿Cuánto tiempo hemos sido conscientes de esos abusos, tanto en la familia como en la Iglesia? Quitábamos a la persona de su lugar hasta que nos dimos cuenta de que eso no se podía hacer». Hay brotes verdes, al fin y al cabo. Una Iglesia cristiana «que pide de veras perdón por su pecado, que colabora plenamente con la justicia, que se prepara para cambiar su régimen secular de administración en tantos aspectos obsoletos, que participa cuantiosamente en el fondo de indemnización de las víctimas es edificante y, sin duda también, imprescindible», asegura Baró. Comienza la esperanza.

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