Hay días en los que siento que nada de lo que hago sirve. Es una extraña sensación de fracaso vital. Esos días, nada de lo que hay fuera de mí, y nada de lo que me digo y siento dentro, me desconfirma ese estado en el que todo está gris oscuro. Son pocos momentos, aunque intensos.
Esas emociones también las siento cuando acompaño a personas que no tiran hacia delante. Personas que porque no es su momento, porque tienen más miedo que esperanza, porque no se fían ni de sí mismas ni de las personas que tienen enfrente… no tiran.
Y yo, con toda la ilusión del mundo, me empeño en tirar de ellas. Cuando estoy fuera del color gris oscuro soy capaz de racionalizar y decirme que yo solo acompaño; que no tengo la varita mágica que haga que la otra persona sane, que la otra persona es capaz… Tantas cosas que he aprendido con los años de experiencia. Pero cuando estoy en el color gris oscuro, me nublo. Y quiero gritar a la persona que es valiosa, que puede, que se merece lo mejor de sí misma, que es digna de ser amada por lo que es y no por lo que haya hecho. La experiencia me dice que si yo grito verdades en otra dimensión, por muy verdades que sean, no le llegarán a la otra persona. Y que gritar, la mayoría de las veces, lo que hace es bloquear más. Gritar en el sentido figurado, claro. Me refiero a decirle con mi verdad que siga, que se lo crea, que puede… Y no, no sirve.
He aprendido que solo mi amor no basta. Y eso me crea una gran frustración. Porque dejar a la otra persona ser, aunque sea a trompicones, con daños en algunos casos irreversibles, y ejercer de mera observadora de su vida es duro. Muy duro. Y me cuestiona creencias que creía infalibles. Entonces, en esos momentos, debo aferrarme a los otros colores de la vida, que están. Y debo hacer un ejercicio de confianza de nuevo en la persona y en que ella sabe, si quiere, trazar su camino. Y aceptar con amor lo que la persona quiera para sí.
Debo seguir confiando en que va a encontrar su propio amor. Porque bastaría el amor hacia sí para llegar a ser. En ese caso, solo el amor sí bastaría.