Cristo nos lo da todo - Alfa y Omega

Cristo nos lo da todo

Miércoles de la 10ª semana de tiempo ordinario / Mateo 5, 17-19

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: Freepik.

Evangelio: Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Comentario

«No he venido a abolir, sino a dar plenitud». Jesús se refería a la ley de Moisés. En su momento lo más probable es que lo dijera para aquellos que pensaron que el Dios de Jesús era otro distinto del Dios de la antigua alianza. Pero Él cumple lo que Dios quiso indicar al inspirar la ley. No vino a abolir la ley, sino a cumplirla Él: solo Él hace toda la voluntad del Padre, en toda ocasión. Solo Él vive toda la realidad según la desea Dios.

Pero hoy también nos habla, y no se refiere ya solo al judaísmo, sino a nuestra ley también, y a lo que la tradición ha llamado ley natural, y a todas las leyes de la existencia que vienen marcadas por Dios. Nuestro mundo quizá siempre vio en la ley una forma vacía, una formalidad. Y pensó que la tradición moral debía ser abolida para alcanzar la felicidad. Pero la felicidad, después de transgredir todos los límites, no ha llegado. La norma estaba vacía para muchos, pero el vacío ha continuado después de la moralidad.

La plenitud solo puede venir de Jesús. Y es una plenitud que no necesita abolir, porque es la plenitud a la que apuntaba toda la vida moral. La moralidad no es otra cosa que la forma en la que relacionarnos con la realidad para alcanzar la plenitud. La moral es el cauce para disfrutar de la vida, porque la moral es la forma en la que la vida está hecha. Sin embargo, la plenitud no llega sino con Cristo. Porque solo Cristo desvela la vida en toda su profundidad al hombre.

Y no solo a la moral, también respecto toda opción de vida y circunstancia: Cristo no ha venido a abolir, no ha venido a quitarnos nada, sino a llevarlo todo a plenitud. Cristo nos lo da todo con Él.