Cooperante en Haití: «No se me olvida estar en Misa oliendo a muerto»
15 días después del terrible terremoto de 2010 Loli Herrero aterrizó en la isla caribeña para ayudar junto a las religiosas de Jesús-María. Colaboró con Isa Solá, asesinada en 2016. Cree que los años posteriores al seísmo «fueron una gran oportunidad perdida»
¿Cómo empezó su relación con Haití?
Llevo yendo desde 2003. Las religiosas de Jesús-María pidieron un voluntario médico porque se dedican más a la educación pero les parecía que hacía falta algo más. Esos primeros años nos dedicamos sobre todo a dotar los dispensarios de la zona de Jean-Rabel que tenían alguna relación con la parroquia y a formar al personal.
Luego se produjo el terrible terremoto de 2010.
Todos los que habíamos sido voluntarios teníamos ganas de ir. Al principio no era el momento. Pero en un segundo tiempo nos ofrecieron a mi hermana, pediatra; a otro chico de Barcelona y a mí, acompañar a Isa Solá dentro de un trabajo conjunto de distintas congregaciones. Llegamos 15 días después y encontramos un destrozo horroroso y una sensación de silencio y sufrimiento. No se me olvida estar con Isa en Misa en la zona de su parroquia oliendo a muerto porque los cuerpos estaban debajo. Tampoco un par de réplicas fuertes por la noche. Falleció mucha gente en contextos que supusieron un golpe para la sociedad: lugares amplios como universidades, colegios, casas de congregaciones religiosas, edificios del Gobierno… La catedral quedó totalmente derruida. Al mismo tiempo, en esas cosas sale lo mejor de la gente. En el trabajo había un ambiente muy bueno y los haitianos son un pueblo que aguanta y resiste. También expresan poco de sentimientos y dolor.
¿A qué se dedicó?
Estuve en un campo de desplazados con gente que lo había perdido todo. Hacíamos valoraciones, renutrición, asegurar que el agua estuviera limpia. Los fines de semana nos encargábamos de prevenir infecciones posquirúrgicas en un hospital que aún tenía algún quirófano útil. Invertimos nuestro mes de vacaciones y no nos pusieron pegas. Cuando volví en diciembre por la epidemia de cólera, tuve que pedirme un permiso sin sueldo. Los siguientes años fueron los mejores para el país. El seísmo puso a Haití en el mapa y fue un tiempo de intento de reconstrucción, una gran oportunidad perdida.
¿Luego retomó la cooperación ordinaria?
Sí, volví a ir a Jean-Rabel. A las zonas periféricas retornó mucha gente que había ido a Puerto Príncipe a mejorar su vida, lo que supuso una sobrecarga en regiones muy empobrecidas. Desde entonces hasta ahora, cada vez que voy sigo haciendo campañas de salud. La gente demandaba atención oftalmológica y descubrí que en el país había solo 20 oftalmólogos, todos en la capital. En una primera revisión encontré muchos jóvenes con ceguera. Así que diseñé un proyecto, hicimos un grupo e intentamos que no pase un año sin hacer una intervenciónHemos conseguido sensibilizar sobre el glaucoma, que es más peligroso, y que haya suministro permanente del colirio con el que se trata. Hemos formado a un par de enfermeras para distinguir un problema visual grave y proporcionar gafas.
¿Por qué dijo antes que el terremoto fue una oportunidad perdida?
Porque entró dinero y atención. Se construyeron carreteras, había ONG y empresas que trabajaban en la reconstrucción, llegaba capital y personal, se construían hoteles y la seguridad no estaba mal. En aquella época el presidente era un hombre abierto que vendía un país alegre. Fue así hasta 2019, cuando salió a la luz el escándalo de Petrocaribe: Venezuela estaba vendiendo petróleo a bajo precio pero el país cobraba todas las tasas a los ciudadanos. La gente empezó a levantarse, las manifestaciones tuvieron una violencia extrema, en 2021 asesinaron al presidente, se retiraron las embajadas, las empresas y las ONG… Hubo un vacío absoluto de poder y los que lo tomaron fueron las bandas. En las zonas lejanas no hay violencia pero las carreteras están fatal y no llega nada.
Usted sigue yendo.
Siempre distingo entre la cooperación como profesión y la que es un compromiso con gente que para ti tiene rostro. Es el que siento con las religiosas y con las enfermeras de allí. Tampoco estoy loca, sé que allí estamos tranquilos.
Después del terremoto colaboró con Isa Solá, asesinada en 2016.
Fue un regalo. Tenía una personalidad arrolladora, era capaz de todo, hacía muchísimas cosas al mismo tiempo y con una profundidad que llamaba la atención. Creaba lazos con la gente y no se paraba ante nada. También era muy inteligente y capaz, también para la música y la fotografía. Movió Roma con Santiago para montar un taller de prótesis.
¿Cómo vivió su asesinato en la distancia?
Fue terrible. Era un poco raro, porque me desperté muy pronto un sábado y puse la radio, dos cosas que no suelo hacer. Dijeron que habían matado a una religiosa en Puerto Príncipe y llamé. Efectivamente, era ella. Lo viví como el típico atraco, pero es verdad que también había estado defendiendo el derecho a construir unas casas. Nosotros perdimos a una persona muy válida, pero también la perdió Haití; y asesinada por la propia gente a la que estaba intentando sacar adelante. Fue un sinsentido porque Puerto Príncipe todavía era una zona de peligro relativo. Pero ella sabía que estaba donde quería, donde había encontrado respuesta a muchas cosas.
¿Cuánto la ha cambiado Haití?
Muchísimo. Te abre los ojos a un mundo fuera de este, donde si no estás pendiente el día a día te come. Te permite volver a lo esencial, mirar desde los ojos de los pobres y abandonados y valorar lo que tenemos. Además he ganado en austeridad quitando importancia a muchas cosas que quiero conseguir y apoyándome en la providencia. He aprendido a vivir y a compartir en comunidad. Y espiritualmente es muy enriquecedor, porque allí tienen a Dios tan presente que casi lo palpas. Para los haitianos es imposible entender que haya gente que no crea en Dios. Yo me río porque médicos que vienen no son especialmente creyentes y de repente ven que sus pacientes no les dan las gracias a ellos, sino a Dios por sus manos y por haberlo llevado allí. Con eso, sentimos que somos instrumento de Dios. Siempre les digo que ojalá muchas de esas cosas no cambien cuando llegue el desarrollo.