Continúa el caos en torno al ingreso mínimo vital
La tramitación sigue dando problemas. Hay quien lo recibe sin solicitarlo, quien lo necesita y no se le concede, o quien lo tiene concedido y no llega a fin de mes
Poco después de que se aprobara el ingreso mínimo vital (IMV), en mayo de 2020, a Gabriel Cuadra le llegó una carta de la Seguridad Social (INSS) en la que se le informaba de que se le había concedido dicha prestación. «Cifraban la cuantía que percibir en 800 euros y, al día siguiente, teníamos el dinero en la cuenta», asegura este padre de familia numerosa. Lejos de sentirse aliviados por un dinero «que, la verdad, nos venía muy bien», Gabriel y su mujer Raquel recibieron la noticia con «gran sorpresa e incomprensión». «Nos quedamos descolocados», confiesa. La razón de este cóctel de sentimientos tenía su origen en el hecho de que no lo habían solicitado. «Siempre hemos tenido ingresos bajos, de hecho teníamos concedida una ayuda por hijos a cargo, pero superábamos el límite para percibir el IMV», añade.
Los Cuadra pensaron «que se trataba de un error» y se pusieron en contacto con la Administración, tanto por escrito como por teléfono, «para informar del fallo y rechazar la ayuda». Pero la respuesta siempre fue la misma: «La prestación estaba bien concedida». Aún así, decidieron no tocar ni un euro. El dinero, entonces, se empezó a acumular, y tras cinco meses desde la última comunicación del INSS en la que comunicaban de que todo estaba correcto, «empezamos a utilizarlo».
La familia estuvo haciendo uso de él durante un año y medio hasta que llegó una nueva carta de la Administración, que exigía la devolución del dinero antes de acabar el 2022. «Se nos informaba de que habíamos recibido un dinero indebidamente y que lo teníamos que devolver». El requerimiento de pago, por importe de casi 14.000 euros, llegó en el peor momento posible. «Unos días antes me había quedado sin trabajo», subraya este padre de cinco hijos afincado en Ciudad Real.
La historia de los Cuadra, sin embargo, acabó bien. Gabriel volvió a encontrar un trabajo justo antes del ultimátum que les dio la Administración para empezar a devolver el dinero, circunstancia tras la que ve la mano de Dios. «Hoy mismo he pagado la tercera cuota: 234,72 euros», concluye.
Pero la experiencia de Gabriel y Raquel no es un caso aislado. «Hay una sensación generalizada de caos, por lo menos en los casos que atendemos nosotros», asegura Suso González, de Cáritas Diocesana de Tenerife, que también habla de una tramitación «muy lenta» y «farragosa». «No está bien pensado. Aspira a ayudar a las familias más vulnerables, pero solo da la opción de solicitarlo de forma telemática». Y en el caso de que sea denegado —hay quien lo necesita, lo solicita, pero no se lo conceden—, «no especifican los motivos de tal decisión, por lo que si quieres volver a solicitar la prestación más adelante, no sabes cuáles son los errores que debes subsanar».
La situación no es desconocida para el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que hace una semana puso en marcha un autobús que recorre distintos municipios para «informar de la prestación» a los «potenciales beneficiarios que no la están percibiendo, y ayudarles a hacer la solicitud, o a conocer el estado de la misma», se lee en la nota del departamento dirigido por José Luis Escrivá. Sin embargo, el mayor problema de la medida, que se creó para «erradicar la pobreza y favorecer la participación en el mercado laboral y la inclusión social» de los beneficiarios, es que la cuantía no es suficiente para afrontar los gastos más básicos. «Yo recibo 530 euros del ingreso mínimo vital y pago 600 de alquiler». De hecho, «si podemos comer mis niños y yo es por los 200 euros que me pasa el padre», asegura la valenciana Sara Moreno, para quien la inflación se traduce, «muchas veces», en «estar sin comer dos días, o comer un plato de arroz, para que mis hijos no pasen hambre».
Ante esta situación, la decisión de no incluir a quienes reciben el IMV entre los beneficiarios del nuevo cheque de 200 euros aprobado por el Gobierno el 28 de diciembre ha sido un nuevo mazazo. «Me parece fatal, ¡pero si no llego a fin de mes!», exclama la joven, a la que su jefe obligó a dejar el trabajo cuando se quedó embarazada.