Consuelo
Miércoles de la 2ª semana de Adviento / Mateo 11,28-30
Evangelio: Mateo 11,28-30
En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Comentario
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Al escuchar en Adviento estas palabras de Jesús se nos desvela que no solo nosotros esperamos la Navidad, sino que sobre todo es Cristo quien ansía encontrarnos. Estas palabras son el Adviento visto desde su otro lado. Si nosotros podemos permitirnos esperar, es porque el Hijo de Dios anhela el momento de su encarnación porque quiere consolarnos. Venid a mí, nos dice. Esa llamada es la voz de Dios que recorre todos los instantes de la historia. Todo el sufrimiento de la historia. Todo el dolor de la historia. Todo el cansancio de la historia. En ella resuena su deseo eterno de encontrarnos y darnos su descanso desde que nos creó. Su corazón se agita por ese encuentro, y no reposará hasta que se produzca. Su yugo es el amor que nos tiene, que por eso es ligero; y es el lugar de nuestro descanso porque nada nos reconforta en nuestros pesares sino el amor que Cristo nos tiene: «Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas».
Solo aprenderemos a esperar en Adviento si nos sumergimos en esa espera de Dios. El anhelo del corazón divino es el Adviento, que palpita en nuestra propia esperanza. Nuestro camino en Adviento solo tiene sentido como la respuesta de amor que provoca en nosotros su dulce llamada: vamos a Él, y consolándonos con Él, Él encontrará en nosotros su consuelo y su descanso.