Cuenta don Carlos que el día en el que viajó a Madrid para tomar posesión de la sede vio dibujado el inmenso perfil de la capital y se preguntó: «¿Cómo podré llevar al Señor a todos los que habitan en esta ciudad?». En Madrid no ha dejado de buscar una y mil formas de llevar a Jesucristo al corazón de todos a través de gestos, visitas, encuentros y mensajes. Su magisterio es abundante y se compone, entre otras cosas, de cientos de homilías y cartas sobre una gran diversidad de temas.
Nos parece representativo tomar las siete cartas pastorales que ha dirigido al inicio de cada curso para presentar a toda la Iglesia que camina en Madrid las líneas fundamentales de la misión. Están conformadas en torno a dos grandes planes trienales con un año mariano, motivado por el 25º aniversario de la dedicación de la catedral de la Almudena.
El primero de estos planes fue el Plan Diocesano de Evangelización (PDE): Comunión y misión en el anuncio de la alegría del Evangelio. Se desplegó en tres años: el primero se trataba de comenzar por la conversión pastoral de los miembros de la Iglesia, con el título Jesús, rostro de la misericordia, camina y conversa con nosotros en Madrid; el segundo año, Ungidos y urgidos por la misericordia, reflexionamos sobre los desafíos, tentaciones y posibilidades de la misión; el tercero, mediante la carta Iglesia: ¡Anuncia a Jesucristo! Eres luz y sal del mundo buscamos dar respuestas a los problemas personales y sociales. Las tres tuvieron como eje a Jesucristo, misericordia del Padre con nosotros.
Tras recoger todas las propuestas, se nos ofreció la oportunidad de mirar a nuestra Madre, la Virgen María, en su advocación de Santa María la Real de la Almudena. Entre los dos planes se celebró el Año Jubilar Mariano. Don Carlos volvió, a partir de la Escritura, a profundizar en el significado de ser discípulos misioneros. Así, nos entregó una carta titulada Con María, discípulos misioneros de Jesucristo, fundada en cuatro pasajes de la vida de la Virgen: la anunciación, la visitación, el magníficat y las bodas de Caná. Descubrimos que el discípulo misionero no puede quedarse quieto, sino que ha de ponerse en camino para llevar la alegría del Evangelio.
Después propuso un nuevo Plan Diocesano Misionero (PDM). Recogió los frutos del anterior y nos lanzó a seguir reflexionando a la luz de la Palabra de Dios para acercarnos a los más alejados. El primer año nos puso ante la figura del ciego Bartimeo y tituló la carta en torno a la pregunta que le dirige Jesús: En la misión: «¿Qué quieres que haga por ti?». En la segunda, Quiero entrar en tu casa, elige el pasaje de Zaqueo. El tercer año, la petición del Señor a la samaritana queda explicitada en la carta Dame de beber. Los tres títulos muestran un estilo interpelante con el que el arzobispo quiere dirigirse a todos los habitantes de Madrid, especialmente a los más alejados. Por eso no son casuales las figuras escogidas. Son tres personajes rechazados por los jefes religiosos del pueblo; tres personas que viven en la periferia de la religiosidad de Israel y que tienen un encuentro insospechado con Jesús, que sale a su paso. Vemos aquí un rasgo característico del ministerio de don Carlos: su deseo de ser obispo de todos.
Son cartas que recogen la relectura pausada de los textos magisteriales de los últimos Papas. Con ellas ha pretendido establecer un diálogo con el pueblo de Madrid para abrir nuestros corazones al encuentro con Cristo y con los hermanos.